lunes, 1 de febrero de 2010

Medina Azahara fundada por los romanos: "Morales alucinóse"

Le debo una a Ambrosio de Morales. Bueno, después de hoy, dos. Es uno de los personajes de más renombre que ha dado Córdoba, y sólo lo traigo por aquí para contar su automutilación genital y una teoría histórica disparatada.

Morales, cronista, historiador y arqueólogo del tiempo de Felipe II, escribió sus
Antigüedades de las ciudades de España dedicando un interés especial a Córdoba, su patria chica, de la que nos da valiosas informaciones de la época sobre historia natural, que un día de estos habrá que contar, porque son muy reveladoras si se combinan con el Indicador Cordobés del siglo XIX.

Pero dedica una parte muy importante de su capítulo cordobés a justificar una teoría que, se mire por donde se mire, fue un patón de los gordos. Morales recorrió unas imponentes ruinas al pie del cerro donde estaba el monasterio de San Jerónimo, en la finca llamada "Córdoba la vieja", y emitió su veredicto: eran ruinas de la Córdoba romana. No podía haberlo dicho mejor, siglos después, Ramírez de las Casas-Deza, en un manuscrito:


El cronista se sacó de la manga una teoría que imaginaba a Claudio Marcelo fundando un suntuoso enclave romano a una legua de la Córdoba que anteriormente existía, y que sí estaría situada donde la actual. Se dedicó a medir el tamaño de Medina Azahara:

Además, nos cuenta cómo era su plaza de armas, sus murallas y torres, los caminos que se veían en el terreno y un "templo", que probablemente era el muro de contención de las terrazas ajardinadas que hoy vemos frente al Salón Rico. Por supuesto, aquí sitúa Morales la vida de Séneca, Lucano y cuantos acontecimientos tuvieron lugar durante la ocupación romana.

¿Qué explicación da el cronista para el despoblamiento de esta Córdoba recién fundada, y para la vuelta al emplazamiento original junto al Guadalquivir? No fue la falta de agua, porque los acueductos eran fácilmente reconocibles, y existían fontanares en las cercanías. Así que se fabrica una enrevesada teoría, que incluye la influencia de los vientos abrasadores del sur, la escasez de defensas naturales de "Córdoba la vieja" y la distancia al puerto, por donde debía abastecerse y comerciar, para concluir que los habitantes decidieron largarse, al final del siglo III o comienzo del siglo IV, al antiguo núcleo prerromano, dejando en ruinas la fundación de Claudio Marcelo.


Evidentemente, nada de esto ocurrió así, y pronto hubo discrepancias con esta teoría de Morales, empezando los historiadores a sospechar (sospecha confirmada en el siglo XIX) que lo que había sido desmontado para construir San Jerónimo no era otra cosa que la mítica ciudad palatina de Abderramán III, Medina Azahara.

3 comentarios:

Paco Muñoz dijo...

Considero que debe hacerse el caso justo de quien consideramos infalible. Todos los historiadores tienen una cosecha particular que utilizan a su antojo, bien interesada o erróneamente, y te puedo poner muchos casos, y algunos vividos en primera persona que me lo corroboran, entendiendo esto como que conozco de primera mano cuestiones que se han adulterado, bien por querer favorecer la historia, por no enmendalla, por vanidad, o por error manifiesto, acostumbrados a que sus opiniones tengan siempre validez. Luego está el creerse su propias teorías.

Un hombre con tanta problemática personal, que llega hasta el "baúl testicular" por las "tentaciones", no puede estar muy bien de la cabeza.

Puerta de Osario dijo...

La historia está escrita por personas. La historia, los periódicos, el BOE, los blogs...

Yo no he leído mucho a Ambrosio de Morales, pero con lo que he visto me ha dado unos cuantos buenos ratos y, desde luego, dos inolvidables. Simplemente se trata de aprender de los errores que tiene incluso la gente extraordinaria como él. Suerte para él, que se equivocó dando una teoría arqueológica en el siglo XVI... qué poquitos pudieron tener ese error en su época.

José Manuel Fuerte dijo...

Quizás lo mejor de Ambrosio de Morales no sean en realidad sus aciertos, sino más bien sus intenciones. Alquien que, rodeado de la parafernalia nacionalcatolicista de Felipe el Oscuro, para quien trabajó para ganarse los dineros, y que osara dedicar tiempo a su aldea más cercana, a mi, personalmente, no me merece ningún desprecio.

Él fue el que levantó la liebre, y quizás a partir de entonces cualquiera que se acercara a esa "cantera mágica" tenía ya en el subconsciente (o solo alguien alrededor) un sentimiento diferente hacia ese baldío lleno de piedras.

A partir de entonces se empezó a pensar y a preguntarse qué era aquello. Él, al menos, dijo que aquello era "otra cosa importante". Que para entonces, no es poco.

¿Que resulta que llevaba barba? Pues San José.