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Día sombrío, día aciago, aquél en que el más poderoso ejército de la Península se reunió en los campos de Córdoba. Aquella mañana, cordobeses, una época entera de la ciudad dejó de pertenecer al presente para convertirse en mito, en carne de leyendas. La gran capital del Califato ya viviría para siempre en la imaginación, con sus paredes blanqueadas, sus caminos lujosamente pavimentados, sus palacios, sus baños y mezquitas, el olor de las especias en su zoco, el murmullo de las discusiones sobre filosofía clásica en los jardines de las escuelas.
Córdoba entraría al mundo de las ciudades legendarias, las que la literatura universal, histórica o de ficción, ha descrito tantas veces. El sabor de lo perdido, de la exótica Bizancio, de las civilizaciones de Etiopía, de las lenguas que ya nadie habla. Todo lo que un día brilló, y que ya nunca volverá de las sombras.
Ese día, el ejército del Califato de Córdoba fue convocado por última vez, quién sabe dónde. A lo mejor en los campos de Rabanales, cerca de al-Zahira. Quizás en los llanos de la Albaida, o en el Campo de la Verdad. A vista de pájaro, miles de soldados en perfecta formación, como hacía sólo diez años los colocaba Almanzor. ¿Por qué no iba a ser posible? ¿Por qué no podía su hijo, Abderramán, al que llamaban Sanchuelo, ser un glorioso capitán como su padre y su hermanastro? Volvería de los reinos cristianos habiendo arrasado sus pueblos, cargando riquezas y seguido por sus prisioneros.
El pueblo de Córdoba ya no sabía qué desear. Por un lado querían que todo siguiera en pie. Que el hayib ganara nuevas batallas, que un heredero justo de Hisham II ocupara el trono en un futuro. La gran farsa de la fidelidad de los visires amiríes a los omeyas podría haber continuado, pero Sanchuelo había sido nombrado sucesor a título de Califa, rompiendo esa lealtad. Por otro lado, la dejadez y el vicio de Sanyul le habían convertido en un personaje aborrecido por los cordobeses, que deseaban su muerte sólo con un poco menos de intensidad que la paz del imperio.
Como última humillación, hizo que todos sus soldados llevaran turbante, al estilo bereber. Las autoridades religiosas montaron en cólera, los sectores árabes del ejército se opusieron y los ánimos se encresparon aún más.
El 14 de enero del año 1009, Abd al-Rahman Sanyul, hijo del más grande guerrero que diera nunca Al Andalus, emprendió el camino hacia el norte, en busca del honor, con un ejército desmoralizado y dividido, en pleno invierno y dejando atrás una ciudad al borde de la revuelta.
Cuenta Antonio Muñoz Molina, en un detallado relato de estos días (1), que un viejo caminaba junto al palacio de Madinat al-Zahira cuando, dirigiéndose a sus muros, exclamó: "¡Palacio que te has enriquecido con los despojos de tantas casas, quiera Dios que pronto todas las casas se enriquezcan con los tuyos!"
Faltaba una luna para la guerra.
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Muñoz Molina, Antonio: "Córdoba de los omeyas".
Línea temporal de la dominación musulmana (I y II)
1 comentario:
El anonimo de siempre:
´Abd al-Rahman Sanchuelo, el hijo tercero de Almanzor, no fue ajeno a la rapida y prematura muerte de su hermano mayor ´Abd al- Malik al- Muzaffar (el Triunfador), titulo honorifico que solicito y obtuvo de Hisham II, murio el 20 de octubre de 1008 (16 safar 399), con nada mas que treinta y tres años, hacia solo dos meses que habia llegado de Medinaceli pero quiso salir de nuevo en plan de guerra contra Castilla, no pudo hacer mas que la primera jornada (Armillat), que era la primera posada de etapa, en el camino de Toledo, a unos 15 km. al norte de Alcolea, junto al Monasterium Armilatense de San Zoilo, algunos cronistas pretenden - y es posible que no se equivoquen- que ´Abd al-Rahman, habria hecho envenenar a al-Muzaffar, a traves de una mujer de su gineceo, o bien habria ofrecido a su hermano, la mitad de una manzana cortada con un cuchillo untado por uno de sus lados de una sustancia venenosa.
No parece que ´Abd al-Malik, dejara descendencia masculina. En su Tawq al-Hamma, pag. 6, Ibn Hazm, habla de la pasion que sintio al-Muzaffar por una tal Wachid, hija de un simple jardinero, a la que hizo su mujer; a la muerte de al-Muzaffar, esta Wachid, volvio a casarse con el prefecto de policia de al-Zahira, ´Abd Allah ben Maslama, y luego tras el asesinato de este ultimo, se volvio a casar, con un jefe bereber que pertenecia, probablemente al sequito de Sulayman al-Musta´in.
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