Esta es una ciudad rica en historia, y aquí no se puede manifestar el primer fantasma que pase por una dimensión paralela. Si hace ya tiempo reflejamos un testimonio que situaba al espíritu de Don Severo Ochoa en el edificio homónimo del Campus de Rabanales, hoy veremos que ha habido más espectros ilustres en nuestra tierra, en concreto uno que el imaginario tradicional español fue convirtiendo, a lo largo de los años, en una verdadera encarnación del mal: el conde Don Julián.
Recordando un poco lo que se lee en los libros de historia (y sobre todo, lo que se leía), este hombre era gobernador de la plaza de Ceuta a principios del siglo VIII, defendiéndola de los primeros ataques musulmanes previos a la invasión de la Península Ibérica. Por intrigas palaciegas, tan típicas del periodo de ocupación germánica, el conde traicionó al rey don Rodrigo y permitió la entrada en Andalucía de los primeros contingentes beréberes. Evidentemente, Don Julián fue al infierno por entregar a los infieles tan significativo pedazo de tierra cristiana. Simplificando mucho, versión España es así.
Pues bien, cuentan las crónicas, concretamente los Casos Raros, que un día de finales del siglo XVI, un lagarero salía de Córdoba en dirección a la sierra, por la Puerta del Rincón. Era media mañana y viajaba a caballo, avanzando por el Campo de la Merced en dirección al Pretorio.
A la altura del convento, otro caballero se dirigió a él y le pidió compartir unos minutos de charla, considerando que era aún temprano. Así, el lagarero tuvo que ir saciando la curiosidad del caballero anónimo acerca del estado de la ciudad de Córdoba, de sus jardines y de su sierra, contando con tristeza cómo corrían años de decadencia.
El desconocido, a continuación, explicó cómo en su época, Córdoba era una ciudad con tanta grandeza que, se encendía lumbre desde el Potro hasta las puentes de Alcolea, y se comunicaba toda la gente, y se iban paseando de una parte a otra. Extrañado el lagarero, afirmó que debía ser una persona de edad muy avanzada.
Sí soy, dijo el caballero, porque soy aquel desventurado don Julián, por quien se perdió España, y estoy padeciendo tormentos increíbles en el infierno. En ese momento, sonó un gran estampido y el hombre desapareció, dejando un desagradable olor en el ambiente.
El lagarero quedó tan conmocionado que perdió la vida al cabo de unos días, habiendo contado a mucha gente su aventura. Entre estas personas se encontraba su sobrino, Baltasar de Ahumada, que será quien informe al anónimo autor de los Casos Raros, siempre según la versión de este último.
4 comentarios:
Magnífico relato. No lo conocía. Bien podrías haber titulado el post "Córdoba con fantasma visigodo al fondo"... Me encanta... Por cierto, aprovecho para recomendar a todos aquellos interesados en la época de este conde el último libro de Roger Collins: La España Visigoda. Crítica, 2005. Bien escrito, ameno y ácido, pone en cuestión muchas de las viejas teorías que, sin crítica, han pasado a la historiografía.
Gracias Jerónimo. Podías comentarlo en el foro, porque a nuestra querida Lola le interesa bastante el tema, si no me equivoco.
Un blog muy interesante. Soy cordobés y vivo fuera, por lo que consigues acercarme un poco más la(s) historia(s) de la ciudad.
Saludos.
Estupendo relato de la enigmática ciudad de Córdoba.
En mi blog "La estilográfica de Lara" narro a mi manera y, permitiendome mis licencias literarias, el famoso caso del Duende de la Calle Armonaas.
un relato realmente escalofriante y curiso, como todos los que pululan por esta querida ciudad.
Felicidades por tu espacio, que me ha encantado.
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