viernes, 21 de septiembre de 2007

Las Siete Revueltas

Uno de los rincones más desconocidos y menos transitados del Casco Histórico es el conjunto de callejas agrupadas bajo el nombre de las Siete Revueltas, que empiezan justo enfrente de la iglesia de Santiago y van trazando varios ángulos y dejando callejones sin salida hasta desembocar en la calle Alfonso XII (la que va de San Pedro a Derecho).

Este olvidado lugar albergó en su día el caso de mayor longevidad de la ciudad de Córdoba, registrado por el censo de 1718. Habitaban estas callejas unas veinte personas de origen africano (aunque llaman la atención sus nombres, españoles, quizás por nacimiento en colonias o por un cambio posterior), una de las cuales, María de la Encarnación, contaba ciento catorce años de edad. Su vecina Ana Catalina la seguía con ciento cinco, según cuenta Ramírez de Arellano en los Paseos.

Pero sin duda lo más importante de las Siete Revueltas es la llamada Casa de las Campanas, que toma su nombre de su antiguo uso como fundición, y que constituye una de las joyas de la arquitectura civil cordobesa. Es de estilo mudéjar, del siglo XIV, y las arquerías y elaborados relieves la hacen comparable en valor a la Casa del Indiano. Hoy día está dedicada a la Biblioteca Viva de Al Andalus, así como a festivales de música y otros actos culturales.

jueves, 20 de septiembre de 2007

Córdoba frente al misterio (3): Don Severo Ochoa

Premio Nobel de Medicina y Fisiología, asturiano, fallecido en 1993. Uno de los españoles más importantes del siglo XX, investigador incansable en Biología Molecular y Bioquímica y Doctor “Honoris Causa” por la Universidad de Córdoba en el año 1989.

A finales de junio de 2007, una limpiadora, sordomuda, subió aterrorizada hasta la conserjería. En el semisótano había visto algo extraño. Acompañada por otra trabajadora, volvió a bajar, y señaló repetidamente al lugar en el que veía aquella figura, que nadie más conseguía distinguir.

Presa de la histeria, abandonó el escenario y prometió, aun costándole su puesto de trabajo, que nunca más volvería a aquel edificio. No fue hasta pasados unos días, en otras dependencias de la Universidad, cuando tuvo un segundo susto, en un pasillo, al observar colgada en la pared una foto que le resultó familiar. La mujer aseguraba que era el hombre que había visto en el pasillo del semisótano. Le informaron de que aquel hombre se llamaba Severo Ochoa.

Los trabajadores de servicios y muchos investigadores del módulo, que alberga los departamentos de Bioquímica, Biología Molecular y Biología Celular, manejan con abrumador desparpajo las palabras espíritu y fantasma, y coinciden en que nunca antes, ni después, ha habido un caso similar que haya turbado la calma del lugar. Del edificio C6, renombrado hace años, como reza el cartel de la entrada, como “Severo Ochoa”.

martes, 18 de septiembre de 2007

El muro en Fuentes Guerra

Esta foto nos muestra lo que en realidad cualquiera puede ver con asomarse por encima del muro que protege las obras del solar junto a la parada de Fuentes Guerra. Cimientos de construcciones recientes, muros de los bloques circundantes y, embutida en la Córdoba moderna, la muralla, con enormes bloques romanos y posteriores adiciones.

Hasta hace ciento cincuenta años, durante casi exactamente dos mil, un gran muro iba, sin interrupción, desde la esquina de la Puerta de Osario hasta la de la Victoria, y no se encontraba ninguna puerta hasta la de Gallegos. La calle Caño (la de Fuentes Guerra) no tenía el ramal que ahora la conecta con Ronda de los Tejares, Cruz Conde aún no había atravesado las antiguas callejuelas, la calle en "L" frente a Cajasur no era sino un callejón ciego, Gran Capitán era ocupada por un convento y huertas, y las otras dos pequeñas calles no se abrían aún a la avenida.

Era el lienzo norte de la muralla original de la Corduba republicana, especialmente fortificado en épocas posteriores, de manera que aquel barrio que la calle Cruz Conde desconfiguró se llamaba el Trascastillo y, por su apartada situación y enrevesadas callejas, fue uno de los centros de la mala vida cordobesa del XIX.

domingo, 16 de septiembre de 2007

Guía Arqueológica de Córdoba

En el año 2003 vio la luz uno de los más completos esfuerzos por acercar a los cordobeses la historia de su ciudad, prescindiendo en gran medida del relato histórico y basándose en la evidencia, en lo que los lectores pueden visitar un sábado por la tarde o un día libre.

Dirigida por el profesor de la UCO Desiderio Vaquerizo, la Guía Arqueológica de Córdoba se estructura en varios capítulos, en los que explica brevemente el contexto histórico de cada época, para a continuación analizar lo que podemos averiguar de ella en los restos arqueológicos y del trazado urbano actual.

Presenta varios itinerarios de visita por el centro, reconstrucciones por ordenador de edificios y monumentos desaparecidos, fotografías normalmente desconocidas de excavaciones arqueológicas y una completa guía de los fondos del Museo Arqueológico.

El libro es pequeño, manejable y comprensible gracias al glosario y a una línea cronológica que te permite situarte en cada momento de la historia. Muchos de sus contenidos se pueden ver también en la web www.arqueocordoba.com.

Guía Arqueológica de Córdoba
Editorial Plurabelle
312 páginas, color, 24 x 13 cm

miércoles, 12 de septiembre de 2007

La Fuensanta (III): el caimán

El río Guadalquivir, en tiempos históricos, no ha sido nunca refugio de caimanes. Y se hace muy raro que alguien, en siglos pasados, quisiera liberar uno en sus aguas por algún motivo. Sin embargo, la cultura popular ha construido en torno al caimán del santuario de la Fuensanta una curiosa historia.

Dice la tradición que este animal, merodeando las aguas y la orilla del río a su paso por Córdoba, estaba sembrando el pánico entre sus habitantes, sin que nadie se atreviera a hacerle frente. Al fin, decidieron ofrecer a un condenado a muerte (¿estaban de vacaciones todos los alguaciles de la ciudad?) el indulto a cambio de la caza del animal. Sin que haya trascendido cómo lo hizo, semejante motivación fue suficiente como para que le diera muerte en un arroyo cercano, quedando como recuerdo de aquellos días su cuerpo en el santuario.

Es una lástima que Ramírez de Arellano, el cronista de la Córdoba moderna y contemporánea, se limite a decir que el caimán fue traído de América, y que se puede relegar la otra versión al terreno de la fábula popular.

Y un pequeño detalle. En Ávila, en el santuario de Ntra Sra de Sonsoles, muy visitado en la ciudad, suelen llevar a muchos niños para que disfruten con el objeto más curioso del lugar: un caimán disecado.

jueves, 6 de septiembre de 2007

La Fuensanta (II)

En el año de 1420, según unos, y 1442, según otros, este ermitaño tuvo su respuesta. Afirmó que la noche del 8 de septiembre escuchó una voz que le revelaba la existencia de una imagen de la Virgen en el interior de la higuera, donde habría quedado escondida en tiempos de la dominación musulmana, envolviéndola el árbol en su crecimiento. Informado el obispo, se decidió cortar la higuera, apareciendo la imagen de barro de la Fuensanta.

Fue llevada a la Catedral mientras se construía el primer humilladero en el lugar, rápidamente sustituido a finales del siglo XV por la base del santuario actual. La fama de la Fuensanta se había extendido ya por todo el país, e incluso la reina Dª María de Aragón, esposa del rey D. Alonso, se acercó a Córdoba a mediados de dicho siglo, para curarse de una hidropia (no pregunteis). En agradecimiento, hizo al santuario donaciones suficientes como para levantar una hospedería para los pobres que llegaban hasta él.

Las leyendas y tradiciones sobre la Fuensanta necesitarían un blog para ellas solas, pero hay muchas que, por conocidas o curiosas, se pueden destacar.

Como la de los tres hermanos cordobeses que arrojaron a su hermana inválida al pozo del santuario para librarse de ella, contándose que ella misma salió por sus medios y se volvió andando a casa, curada.

O como el niño que en dicho pozo cayó en 1554, diciendo la tradición que el agua abría subido hasta hacer posible que saliera de él. O como el demonio que consiguieron expulsar, el 7 de junio de 1671, del cuerpo de una mujer llamada María Manuela, después de ocho meses de exorcismos e intentos fallidos.

lunes, 3 de septiembre de 2007

La Fuensanta (I)

Cuenta la tradición, ya casi olvidada, que un hombre llamado Gonzalo García, cardador de lana que habitaba el barrio de San Lorenzo en la primera mitad del siglo XV, salió un día a pasear por los alrededores de la ciudad, por la zona de la actual Facultad de Derecho. Iba lamentándose de la suerte de su familia, ya que había dejado en casa a su mujer, paralítica, y a su hija, que había perdido la razón.

Caminaba cerca del arroyo de las Piedras, que bajaba del Marrubial, y llegado un punto se encontró con tres jóvenes, un hombre y dos mujeres, a los que identificó como a la Virgen y a los patronos de Córdoba (Acisclo y Victoria). Se dirigieron a él y, señalando una fuente que brotaba de una higuera cerca de la puerta de Baeza (junto a las Lonjas), le dijeron que tomara agua y la llevara a casa, dando de beber a su familia. Compró un jarro en la calle del Sol y lo llenó, volviendo con su mujer e hija, que sanaron ese mismo día.

Cundió la noticia, y muchos cordobeses se fueron cercando al lugar, bebiendo y, según recoge la tradición, afirmando que gracias a aquel agua se curaban milagrosamente numerosos enfermos.

Uno de ellos fue un ermitaño de la Albaida, incurable, que se acercó, veinte años después del primer caso, a beber de aquella fuente y, agradecido por su sanación, quiso saber cuál era el origen de aquel misterio.