jueves, 24 de septiembre de 2009

El azud de San Julián: el río se fue y los molinos se quedaron

Después de leer algunas cosillas y, sobre todo, mucho imaginar, creo que me puedo meter en este nuevo jardín sin salir escaldado. No existen fotos, no quedan restos, pero creo que hay soporte para argumentar que hubo un azud, con sus molinos, que desapareció por completo, aguas arriba del molino de Martos, a la altura de lo que hoy es el puente del Arenal y la portada de la Feria.

El texto que encabeza la entrada es un fragmento del tomo 2 de la "Palestra Sagrada", de Sánchez Feria, en el que explica cómo el río dejó al descubierto, en 1751, las ruinas de una azuda y molinos. Ramírez de Arellano habla de que en este sitio hubo en lo antiguo varios molinos harineros y batanes para los paños, los que desaparecieron por completo, consistiendo principalmente en que, construida la azuda de Martos, quedó la corriente más mansa, a consecuencia de haber perdido el declive que antes tenía.

Las referencias documentales a los molinos de San Julián, relativamente frecuentes durante los siglos XV y XVI, dejan de verse antes de llegar al XVII. En el último tercio del siglo XVI se produjo la ruina de esta zona industrial de la época, ahogada (literalmente) por el empeño del río en salirse de su madre de entonces, y por el aumento del nivel del agua, consecuencia del recrecimiento del azud de Martos.

El estudio de los molinos y batanes se complica de forma endemoniada si tenemos en cuenta que se les daban nombres que variaban con los años, a veces nombrando una sola aceña, a veces la casa entera, que podía contener varias de ellas. Los propietarios cambiaban, los arrendatarios iban y venían, y así no hay quien se aclare sin una investigación en profundidad.

Se cree que en la parada de San Julián había nueve canales utilizables, con sus correspondientes norias hidráulicas, cinco de ellos para batanes y cuatro de pan moler. Para hacernos una idea, basta decir que el molino de San Antonio, el de al lado de la Calahorra, contenía cuatro piedras de moler, con lo que un par de casas o tres serían suficientes para albergar toda la infraestructura.

Conocemos sus propietarios con bastante claridad, allá por 1570, más o menos. El Cabildo poseía dos aceñas y un batán; el convento de Santa Clara, dos piedras de aceña de pan moler; Isabel Mejía Tafur, viuda de Hernando Pineda, un batán; y así sucesivamente: conventos, nobles y adinerados se repartian el resto.

Se conocen ventas y cambios con respecto a esta situación, y a veces aparece el Cabildo como propietario de dos batanes, o se nombran personajes que no habían aparecido por ninguna parte en otros papeles. Pero lo que debe quedar claro, a mi parecer, es que hubo azuda de San Julián, y dos o tres casas de molinos que alojaron toda esta industria, que el río primero arrasó y luego abandonó al olvido en el paso del siglo XVI al XVII.

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La duda que no me dejaba publicar la entrada a gusto era un pequeño edificio que se ve en los planos del siglo XIX al otro lado del azud de Martos, en Miraflores. ¿Y si los molinos de San Julián hubieran estado en ese mismo azud? Según como se mire, se podrían considerar "aguas arriba" del molino de Martos.

Arjona Castro, en su
Historia de Córdoba durante el Emirato Omeya menciona un molino de la Alheña, que él ubica en la antigua almunia de Nasr, y que puede ser el situado en la parada o presa de San Julián, aceñas que eran diferentes a las de Martos aunque estaban a su misma altura en el río, que en el siglo XIV tenía cuatro piedras situadas en la orilla izquierda del río. Yo sé que Arjona es mucho Arjona, y yo también he pensado mucho si estos molinos de San Julián estarían la misma azuda, pero en mi opinión, si en 1567, cuando estaban aún en pie las industrias molineras y bataneras de las que hemos hablado, hubiera algo de ello en el azud de Martos, como implica lo que dice el arabista, Wyngaerde lo habría mostrado en su pintura, que es casi una fotografía. Y, sin embargo:


Por otro lado, en muchos documentos se habla explícitamente de la parada de San Julián, que está por encima de la parada de los molinos o aceñas de Martos, o se habla del trozo de ribera entre el Azud Real (el de Martos lo era, por pertenecer a la Orden Militar de Calatrava) y el de San Julián.

El próximo día, la última entrega de esta historia resumida del Guadalquivir en la zona del Arenal: cómo y por qué desparecieron los molinos del azud de San Julián. Una batalla, perdida de antemano, que libró el Cabildo de Córdoba contra el poderoso Consejo de las Órdenes.

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Gran parte de la información se ha obtenido del libro
Molinos y aceñas de la ciudad de Córdoba, de Cristóbal Torres Delgado. Otras menciones son títulos de documentos del Archivo Municipal de Córdoba.

domingo, 20 de septiembre de 2009

La ermita de San Julián

Si no fuera por algunas fechas que parecen bailar y no casar adecuadamente, se podría decir que fue la presencia de una ermita dedicada a San Julián la que provocó la aparición de un topónimo que luego se aplicaría a numerosos lugares, calles o hitos de la zona. No podemos ubicarla de forma exacta, pero nos podemos hacer una idea con la imagen. El murallón se reconstruyó cerca de 1770, casi un siglo después de que desapareciera la ermita, así que no es descabellado imaginarla al final de la calle que lleva (aún) su nombre.

Según Ramírez de Arellano, uno de los pocos que mencionan la ermita en la literatura, se encontraba a unos 200 pies (280 m) del río. Esto nos obligaría a llevarla algo más al sur de la imagen, porque con la curva del río la distancia podría encajar, pero cualquiera hace cuentas con lo que ha variado el cauce. Nos dice también que medía cinco varas en cuadro (apenas 4 x 4 m), aunque no sabemos en qué época.


Fue fundada, sobre otra anterior, por Martín de Angulo y Contreras.
Rebuscando un poco, parece ser que este hombre fue un caballero de la Orden de Calatrava, Veinticuatro de Córdoba (hijo de don Lope de Angulo, de la Orden de Calatrava, Veinticuatro de Córdoba, así funcionaban (?) las cosas) que vivió en el siglo XVII, entrando a dicha Orden en 1667. Había nacido en Jaén, pero vivía en Córdoba.

Si consideramos que la ermita de San Julián fue fundada en ese tercer cuarto del siglo XVII, tenemos el problema que supone la aparición del topónimo en muchos documentos del siglo XVI, e incluso del siglo XV, pues ya en 1422 se alude a una parada de molinos en San Julián. De modo que habría que aceptar que, o bien nos estamos confundiendo de Martín de Angulo y Contreras, o bien existió desde poco tiempo después de la conquista cristiana un lugar de culto con ese nombre en la misma zona.


Sea como fuere, ese siglo XVII marcó la destrucción del santuario. El 22 de enero de 1684 el río Guadalquivir derribó en una crecida parte de la casa-ermita, y arrastró otro trozo en la avenida del 10 de febrero. El 21 de enero y el 19 de febrero quedó San Julián completamente perdida, y la destrucción definitiva tuvo lugar en 1692.


Sánchez Feria, en su Palestra Sagrada, impresa en 1772, menciona las ruinas de la ermita de San Julián, aún visibles en el lecho del río, según él en el lado opuesto del mismo, ya casi en el Arenal. Hay que tener en cuenta que la reconstrucción del murallón de San Julián se ordena en 1770 pero no culmina hasta unos años después, por lo que es posible que Sánchez Feria cuente la situación anterior a la reparación, y luego se consiguiera estabilizar el cauce hasta el siglo XIX.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

La lellenda del Arrollo del Moro o el triunfo del hoygan

Incultos ciudadanos, senequillas de medio pelo. Habladores de pegos, gentuza varia. ¿Cómo satrevei ustede a hundir con rumores y faltas de respeto el honor de una milenaria familia?

Allá por el año 1146, en plena primavera, Córdoba vivía el feliz idilio de las tres culturas. Alfonso VII se paseaba alegremente al sur del Tajo, dándoles intensa zapatilla a los andalusíes que se habían rebelado contra el poder central del imperio almorávide, dueño de la España (?) musulmana desde finales del siglo XI. Era la época de las segundas taifas, y los castellanos se forraban a base de imponer tributos a los reinos más débiles surgidos de la desmembración del imperio. Por decirlo brevemente. Así pues, en mayo de ese año, el rey Alfonso llegó a Córdoba con un poderoso ejército, dispuesto a conquistar la antigua capital.

Lo que nadie sabe es que Ahmed ibn Ybenian, que tenía una huerta de azofaifos en el camino de la al-Rusafa, volvía andando, el día de la batalla, camino de la ciudad. Venía tan contento porque había firmado un acuerdo con Noriega para hacer pisos en sus tierras, y así su familia tendría prosperidad y futuro. Pero a un kilómetro escaso de la muralla de la Medina, todo se torció. De las lomas del norte bajaba un grupo de más de cien castellanos a caballo, a toda velocidad, con los estandartes al viento. Ahmed, que estaba un poco teniente de oído, no se percató hasta que fue demasiado tarde. Los soldados le pasaron por encima, arrollándole, con la mala suerte de que iban en fila india. Se sospecha que hubo también algo de mala uva en la acción.

Fue tan sonado el hecho, que el lugar donde arrollaron a Ahmed fue bautizado por los conquistadores como el sitio del arrollo del moro. Su familia recordó para siempre el lugar y la fecha de su muerte, y transmitió su desgracia de generación en generación. Hasta el siglo XXI, en que Rafael Jibenín, a quien su bisabuelo le contó cuando era chico el origen de su apellido, fue contratado con una porquería de sueldo por el Ayuntamiento de Córdoba, para que echara tres mañanas haciendo plantillas con los nombres de todas las calles de la ciudad, para la nueva señalización.

A Rafael se le empañaron los ojos cuando llegó a la calle Arroyo del Moro. Cuánta injusticia, por culpa del riachuelo aquel, que había engullido la memoria de su tatara[...]abuelo. Era el momento soñado por sus antepasados. Todo el mundo sabría ahora del martirio de Ahmed frente a los cristianos. Y escribió aquella elle con la cabeza bien alta.

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¿Cómo ha podido llegar a ocurrir? ¿Es que nadie se dio cuenta? Esas placas tuvieron que verlas bastantes personas, ¿nadie dijo "esto no se puede colocar así"? ¿A nadie le importó? A lo mejor es que el idioma
hoygan ha avanzado en pocos años más de lo que nos imaginamos, y ahora busca la cooficialidad colándose en algunos documentos oficiales y rótulos callejeros.

No hay otra explicación. Bueno, sí. La de Ahmed, el agricultor de azofaifos.

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Córdoba forever ya zurró convenientemente sobre el asunto.

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El próximo día, volvemos al río, pero era necesario un descanso. Que lo poco gusta y lo mucho cansa.

sábado, 12 de septiembre de 2009

La riada de 1860 y la destrucción de la huerta de Pedro Segovia

Pensé que no se iba a ver tan claro, pero la composición de imágenes es un verdadero viaje en el tiempo, a lo largo de algo más de 150 años de historia del extremo oriental del antiguo barrio del Campo de la Verdad (la foto está girada unos 45º respecto al norte).

Aunque básicamente el cauce del río no ha variado desde el mapa de 1884 (simplemente ha seguido avanzando un poco más hacia el oeste), sí que se observa un cambio sustancial entre este plano y el de 1851. De hecho, es en ese momento cuando el murallón de San Julián cambia de lado del río*, como se ve en la superposición que ya apareció en la entrada anterior.


La riada más importante que tuvo lugar en aquella época fue la de 1860. Así, lo refleja, por ejemplo, Ramírez de Arellano en los Paseos, explicando el cambio de cauce:

...han tenido lugar otras grandes avenidas, siendo la más notable en 1860, si bien no entró el agua en Córdoba, consistiendo principalmente en que, habiéndose destruido el murallón de San Julián, las aguas se extienden por aquel lado.

La comparación de los planos muestra cómo el río cambió su orientación, tomando una dirección sur-norte más clara a la altura de lo que hoy sería el puente del Arenal. Para ello, se llevó por delante parte de la huerta de Segovia. También de los Paseos por Córdoba: Durante este siglo quedó abandonado dicho murallón [de San Julián] y el agua ha socavado el terreno, llevándose gran parte de él, tanto que de un huerto bastante extenso, llamado de Segovia, sólo ha quedado la casa que, como otras cercanas, acabarán por arruinarse si antes no se pone remedio, en el que nadie piensa.

En realidad lo que hubo en 1860 no fue una sola riada, sino que, después de una larga sequía de varios meses, a primeros de noviembre empezó a llover, y no apenas hubo días soleados hasta final de año. Como consecuencia, el río subió notablemente al menos en dos ocasiones, a mediados y a finales de diciembre. De esos días son estas noticias del Córdoba, ambas referentes a la orilla izquierda del Guadalquivir.


Esta variación en el cauce debió ser determinante para que en las crecidas del siglo XX, especialmente en la de 1947, los sedimentos comenzasen a depositarse mayoritariamente en la orilla derecha del meandro, a la altura del molino de Martos, que perdió así su funcionalidad.

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* Al menos de forma definitiva. De acuerdo con algunas fuentes, parece que ya en el siglo XVIII el río había traspasado el murallón y corría a su izquierda, y probablemente ni siquiera fue esta la primera ocasión. Las reparaciones aplicadas a la barrera para tratar de devolverlo a su cauce muestran que esta fue una larguísima batalla.

martes, 8 de septiembre de 2009

La variación del cauce del Guadalquivir en el Arenal


El gran caudal del Guadalquivir, y la manera en que los diques y murallones han aislado al río a su paso por la ciudad, dan la falsa impresión de que se trata de una bestia inamovible, demasiado grande como para sacudirse y serpentear variando su trayectoria en poco tiempo. Pero en realidad, antes de que se exageraran las diferencias de altura entre el cauce y la ribera por la acción humana, el Guadalquivir era un río poco profundo transcurriendo por un relieve bastante llano.

Es fácil tocar el fondo del río con la pala de una piragua, por ejemplo, casi en cualquier punto de su cauce. Y si no fuera por los lodos depositados, que lo convierten en una verdadera trampa, se podría cruzar andando en muchos lugares sin que llegara a cubrir por completo. Es por ello que, durante las antiguas riadas, el agua invadía nuevas zonas y, si resultaban más favorables, se quedaba allí. Así, y según un magnífico trabajo de David Uribelarrea (U. Complutense) y Gerardo Benito (CSIC, Instituto de Recursos Naturales), el Guadalquivir ha variado en los últimos milenios su cauce, dejando antiguas madres en lo que hoy es el barrio de la Fuensanta, y en la zona de Mercacórdoba. Este último canal, que aparece en la imagen como "Madre Vieja", ha sido ocupado en tiempos históricos por el río cuando las crecidas superaban los 2500 metros cúbicos por segundo de caudal, lo que ocurrió por última vez en 1963.



Una vez que el río, en su desplazamiento hacia el sur, se encontró con los acantilados que marcan el abrupto comienzo de la campiña, descargó sus energías en un desplazamiento hacia el oeste, durante el último milenio, que poco a poco fue erosionando su orilla izquierda y amenazando con trazar una línea recta por la espalda del Campo de la Verdad, al pie de la iglesia del Cerro, y dejar en seco el puente Romano.



El movimiento de los últimos 500 años (en la imagen, la flecha junto a 500yr BP) se ve claramente en la superposición que encabeza el post, donde se compara el plano de 1851 con la vista actual. Tiene algunos defectos, pero se basa en la posición de la parroquia del Campo de la Verdad y el molino de Martos, así que es bastante fiable. En ella se puede ver cómo la zona del Eroski casi hasta la Cuesta de la Pólvora y la ermita de los Mártires estaba ocupada por el río, y el azud de Martos, que ahora quieren hacer creer que se va a reconstruir, en realidad necesitaría un trazado totalmente nuevo para recobrar su funcionalidad.

El murallón de San Julián se puede ver en la imagen de Uribelarrea y Benito, y también en la superposición. Queda claro, por fin, cómo el río saltó de un lado a otro de la barrera durante el siglo XIX, aunque no fue un proceso rápido, sino que requirió de décadas (siglos) de acción erosiva.

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Información e ilustraciones 2 y 3 de: Uribelarrea y Benito, Fluvial changes of the Guadalquivir river during the Holocene in Córdoba (Southern Spain), Geomorphology 100 (2008), 14-31.

viernes, 4 de septiembre de 2009

Lo que el río se llevó: el murallón de San Julián


Esta es la historia de un topónimo maldito. De un nombre que se llevó el río, trozo a trozo, recuerdo a recuerdo, hasta extirparlo de la memoria popular cordobesa. Es el relato de una derrota en la lucha contra la fuerza del río Guadalquivir, que busca desde hace milenios su camino más cómodo a través de la Vega cordobesa, y parece no terminar de encontrarlo.

En el año 2002, durante las obras para la construcción del llamado Balcón del Guadalquivir, el complejo de terrazas de la margen derecha del río, salieron a la luz unos restos arqueológicos que se correspondían con una estructura hasta entonces sólo conocida por fuentes escritas. Se situaban justo al sur del puente del Arenal, a la izquierda de la portada de la Feria.

Se trata de una muralla que se construyó en el siglo XVI para proteger la ciudad y sus huertas frente a las continuas riadas que, invierno sí e invierno no, castigaban las casas y el terreno, socavándolo poco a poco. Durante varios siglos, hasta finales del XIX, se hundió y reparó el llamado murallón de San Julián en diversas ocasiones, hasta terminar aceptando que el intento de evitar que el río anegara continuamente la zona sur de Córdoba había fracasado miserablemente.

Según Enrique León (1), el muro fue construido a mediados del siglo XVI, concretamente en 1554, y ese mismo año una riada lo reventó. Una de las reconstrucciones se puede fechar en 1770. En 1860, según Ramírez de Arellano, y en 1876, según el mismo trabajo de Enrique León, el murallón quedó definitivamente superado y abandonado.

Pero quizás el aspecto más curioso de esta construcción requiere de una pequeña reflexión. ¿Cuál era el objeto del murallón? Lo vemos ahí, en la orilla derecha del río, como protegiendo el Arenal, que hasta hace escasos años era un patio trasero de la ciudad, olvidado y con escaso valor como enclave urbano. Cuesta trabajo comprender tanto esfuerzo histórico por proteger estas tierras de cultivo.


¿O es que no era esa su misión?

Sorpresa. El murallón se diseñó y construyó para proteger el barrio del Espíritu Santo y el Campo de la Verdad, evitando que el río, en alguna crecida, trazara una línea recta por la espalda del barrio y dejara seco su cauce tradicional, no volviendo a transcurrir nunca más bajo el puente Romano.

¿Entonces...?

Sí, entonces el río Guadalquivir ha variado su cauce en los últimos siglos, de manera que si nos fuéramos 200 años atrás, el puente actual del Arenal sería una absurda estructura sobre las huertas orientales del Campo de la Verdad. El río pasaba, entonces, por lo que hoy es el terreno de la portada de la Feria y el paseo de caballos con las grandes casetas que dan al Guadalquivir. Poco a poco, inundación a inundación, las aguas fueron abriéndose paso por la espalda del murallón, hasta trazar un nuevo recorrido más al oeste, arrebatando al barrio del Espíritu Santo una importante porción de tierras.

La migración del río, que yo desconocía totalmente hasta que el compañero David me remitió a un artículo en la Calleja de las Flores, es el tema del próximo día.

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(1) LEÓN PASTOR, E., (2005), "El murallón de san Julián. Síntesis arqueológica del Guadalquivir y su curso fluvial a su paso por Córdoba", Anales de Arqueología Cordobesa 16, Córdoba, pp. 29-66.
La primera imagen está tomada de Arqueocórdoba.