miércoles, 16 de julio de 2008

El cielo cae sobre nuestras cabezas (y II)

Todo aquél que comprara el Córdoba el día 18 de mayo de 1910 se encontró con una portada llena de esquemas del Sistema Solar, lo cual, a pesar de que en su momento fuera un motivo mayor de pánico para la gente, resulta muy de agradecer. Que la mitad de la primera plana de un periódico de provincias esté escrita por un astrónomo francés es algo que no se ve todos los días, y da idea del grado de popularidad que alcanzó el fenómeno. Además, el día anterior traía el periódico la biografía de Edmund Halley también en portada.


Es por ello que no sólo en Córdoba, sino en Madrid, París, Berlín y por todo el mundo, miles de personas pasaron en vela la noche del dieciocho al diecinueve, mirando al cielo. Y la mayoría de ellos miraron en vano, porque al menos en España, la nubosidad impidió ver el espectáculo. El posible que ni siquiera los afortunados pasajeros del globo que salió de Córdoba pudieran distrufarlo. A eso de las tres, la lluvia empezó a dispersar a los curiosos, mientras una blanca luminosidad envolvía el hemisferio nocturno de la Tierra, y la cola del cometa se revelaba inofensiva por su bajísima densidad.

Únicamente en Villanueva de Córdoba se mantuvo el miedo durante toda la noche, porque una salvaje tormenta hizo pensar a los vecinos que, realmente, estaba cayendo sobre ellos la cólera del cielo.

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El cielo cae sobre nuestras cabezas (I)

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