Muchos de los que cada domingo van al Nuevo Arcángel a ver convertirse en infinitos los diez últimos minutos de cada partido estaban allí aquella tarde mágica de 1962. El 16 de septiembre en que el Córdoba, es decir, aquel Córdoba, salió al césped a enfrentarse al Valladolid y a dejar su huella en la historia del fútbol. Empezaba la temporada en Primera División.
Roque Olsen en el banquillo. Benegas, Simonet, Mingorance, Navarro, Martínez, Marañón, Riaji, Juanín, Miralles, Vázquez y Homar creando para el cordobesismo del futuro una leyenda a la que agarrarse en las aciagas tardes de paseo al borde del pozo. Casi los mismos (salvo Paz y Costa) que el 1 de abril habían celebrado en el Colombino, ante diez mil cordobeses, el 0-4 con el que el equipo lograba el sueño acariciado desde su fundación en 1954, a partir de las cenizas de anteriores proyectos.
En el estreno, con el antiguo estadio del Arcángel convertido en una fiesta, la leyenda tomó forma cuando Juanín, en el minuto 59, se encontró con un balón en el punto de penalti y lo hizo volar hasta el fondo de la portería del fondo sur. Fue el primer gol y la primera victoria del Córdoba entre los grandes. Días de gloria, para soñar.
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