En el año 390 de la Hégira, cuando se cumplía el primer milenio de la era cristiana, Almanzor (el victorioso) inauguraba junto al muro oriental de la mezquita de Córdoba unas grandes instalaciones que habrían de servir como lavatorio (mida'a) para que los fieles, mediante la limpieza corporal, alcanzaran el estado de pureza necesario para las oraciones en la Mezquita.
El lavatorio medía más de 30 metros de largo y 16 de ancho, y entre sus grandes sillares corría una compleja red de canalización de agua. Durante más de dos siglos, hasta la conquista castellana, esta casa siguió conservando su función, pasando luego a ser un hospital y, en el siglo XV, una posada.
Y como posada ha llegado hasta nosotros, con la reciente construcción del hotel Conquistador a finales de los 90, durante la cual unos restos inesperados sorprendieron a los arqueólogos. En un gesto inusual, se modificó el diseño del edificio para conservar el hallazgo, y un gran salón con suelo transparente nos permite andar por encima de la piedra desnuda que lleva mil años allí.
No hay más que pasar y pedir permiso en recepción. El pasillo que hay al entrar, a la derecha, se interna hasta el mismo acceso al salón Almanzor, donde están los restos. A menos que esté ocupado el salón, no ponen problemas a las visitas.
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