Si no fuera por algunas fechas que parecen bailar y no casar adecuadamente, se podría decir que fue la presencia de una ermita dedicada a San Julián la que provocó la aparición de un topónimo que luego se aplicaría a numerosos lugares, calles o hitos de la zona. No podemos ubicarla de forma exacta, pero nos podemos hacer una idea con la imagen. El murallón se reconstruyó cerca de 1770, casi un siglo después de que desapareciera la ermita, así que no es descabellado imaginarla al final de la calle que lleva (aún) su nombre.
Según Ramírez de Arellano, uno de los pocos que mencionan la ermita en la literatura, se encontraba a unos 200 pies (280 m) del río. Esto nos obligaría a llevarla algo más al sur de la imagen, porque con la curva del río la distancia podría encajar, pero cualquiera hace cuentas con lo que ha variado el cauce. Nos dice también que medía cinco varas en cuadro (apenas 4 x 4 m), aunque no sabemos en qué época.
Fue fundada, sobre otra anterior, por Martín de Angulo y Contreras. Rebuscando un poco, parece ser que este hombre fue un caballero de la Orden de Calatrava, Veinticuatro de Córdoba (hijo de don Lope de Angulo, de la Orden de Calatrava, Veinticuatro de Córdoba, así funcionaban (?) las cosas) que vivió en el siglo XVII, entrando a dicha Orden en 1667. Había nacido en Jaén, pero vivía en Córdoba.
Si consideramos que la ermita de San Julián fue fundada en ese tercer cuarto del siglo XVII, tenemos el problema que supone la aparición del topónimo en muchos documentos del siglo XVI, e incluso del siglo XV, pues ya en 1422 se alude a una parada de molinos en San Julián. De modo que habría que aceptar que, o bien nos estamos confundiendo de Martín de Angulo y Contreras, o bien existió desde poco tiempo después de la conquista cristiana un lugar de culto con ese nombre en la misma zona.
Sea como fuere, ese siglo XVII marcó la destrucción del santuario. El 22 de enero de 1684 el río Guadalquivir derribó en una crecida parte de la casa-ermita, y arrastró otro trozo en la avenida del 10 de febrero. El 21 de enero y el 19 de febrero quedó San Julián completamente perdida, y la destrucción definitiva tuvo lugar en 1692.
Sánchez Feria, en su Palestra Sagrada, impresa en 1772, menciona las ruinas de la ermita de San Julián, aún visibles en el lecho del río, según él en el lado opuesto del mismo, ya casi en el Arenal. Hay que tener en cuenta que la reconstrucción del murallón de San Julián se ordena en 1770 pero no culmina hasta unos años después, por lo que es posible que Sánchez Feria cuente la situación anterior a la reparación, y luego se consiguiera estabilizar el cauce hasta el siglo XIX.
5 comentarios:
Eres el Teodomiro del siglo XXI!!!!
El Teodomiro no era tan listo... Enhorabuena, cada vez se ve esto más claro.
Menos pegos, Teodomiro no tenía Google. Si no, tendríamos quince tomos de Paseos.
Pues nada, chato, a empezar... te quedan 14. ¡¡ Tú puedes!!!
Te he contestao a un comentario en la entrada de la huerta de Segovia.
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