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Cuando, tras la revuelta de febrero de 1009, Muhammad ibn al-Chabbar, llamado al-Mahdi, obligó al Califa a abdicar a su favor, ocurrió algo que todavía no se explica del todo bien. En lugar de eliminar físicamente a Hisham II, lo cual le habría quitado legitimidad a los ojos de la sociedad cordobesa y de la propia familia Omeya, le encerró en el alcázar, incomunicado.
Al-Mahdi temía que una revolución legitimista escogiera a Hisham II como líder para volver a colocarle en el poder, no porque el propio monarca depuesto la liderara, ya que no había liderado nada en su vida, sino porque seguía siendo un símbolo de la dinastía.
El nuevo Califa decidió que simularía la muerte de Hisham, aprovechando que no eran tantas las personas que le conocían físicamente en la ciudad, así como que había fallecido en un arrabal un cristiano que se parecía asombrosamente al derrotado gobernante. De modo que, al tiempo que llevaba a Hisham II a una escondida casa donde permanecería bajo custodia durante años, el cristiano era vestido con la mortaja real, honrado como un Califa muerto en la mezquita Aljama y enterrado en el cementerio privado del alcázar andalusí.
Poco tiempo le duraría a Hisham la tranquilidad de su muerte ficticia, pero podría disfrutarla hasta noviembre de 1009, periodo durante el cual al-Mahdi gobernó con tal grado de estupidez que consiguió ponerse en contra a los beréberes, que constituían la columna vertebral del ejército de Al Andalus. Ese sería su fin, pero esa ya es otra historia.
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Como de costumbre, tomado de "La Córdoba de los Omeyas", de Antonio Muñoz Molina. Está en Google Books, muy recomendable.
Línea temporal de la dominación musulmana (I y II)
6 comentarios:
Hola me gusta mucho tu blog…., me parece muy interesante estos temas, desde ya voy a pasar seguido por aquí, te cuento que yo participo en los premios 20 blogs en la sección Latinoamérica y quiero hacerte una propuesta…, te gustaría que hagamos un intercambio de votos?...., claro si es que todavía no los utilizaste…
Un abrazo, saludos.
Rafa.
Me encantan estas entradas en las que relatas detalles de la historia de Córdoba que son desconocidos para la mayoría de cordobes@s. Un saludo. Visita mi blog cuando te apetezca.
Talbanés
http://talbanes.spaces.live.com/
El anonimo de siempre:
En Cordoba habia estallado una rebolucion, en la ausencia de Sanchol que habia salido con el ejercito a obligar a Alfonso V a bajar de las montañas en las que se habia atrincherado. Un principe de la casa Ommiada, llamado Mohamed, se habia puesto al frente del movimiento. Hijo de aquel Hixen, que Modafar habia hecho decapitar, y, por lo tanto, bisnieto de Abd al-Rahman III (primo hermano de Hixen II), habia permanecido oculto en Cordoba para escapar a la suerte de su padre, y en esta epoca habia entablado conocimiento con muchos hombres del pueblo. Gracias al oro, que no escatimaba; gracias tambien al apoyo que le prestaba un faqui fanatico, llamado Hasan ben Yahya, y al concurso de muchos ommiadas, reunio bien pronto una partida de cuatrocientos hombres intrepidos y resueltos. El rumor de una conspiracion llego bien pronto a oidos del amirita ben Ascalecha, al cual Sanchol le habia confiado durante su ausecia el gobierno de Cordoba; pero aquel rumor era tan vago, que aunque ben Ascalecha mando registrar muchas casas sospechosas, no descubrio nada. Habiendo fijado Mohamed para el martes 15 de febrero la ejecucion de su proyecto, eligio entre sus secuaces treinta de los mas determinados, ordenandoles ocultar las armas bajo los trajes y que por la tarde se reuniesen en el terraplen (rasif) inmediato al palacio del califa. "Yo ire a reunirme con vosotros una hora antes de anochecer -añadio-; pero cuidado con intentar nada hasta que os de la señal."
Los treinta hombres fueron a su puesto, donde no despertaron sospecha alguna, porque el terraplen de palacio, con vista a la calzada y al rio, era un paseo muy frecuentado. Mohamed hizo tomar las armas a sus partidarios, ordenandoles que estuviesen dispuestos. Luego monto en su mulo, y una vez en el terraplen, dio la señal a sus treinta hombres de precipitarse sobre la guardia de la puerta de palacio. Atacados los soldados de improviso, fueron desarmados inmediatamente, y Mohamed corrio al departamento de ben Ascalecha que en aquel momento charlaba y bebia con dos muchachas de su haren, y antes de que tuviera tiempo de defenderse, habia dejado de existir.
A los pocos instantes, los demas conjurados, a quienes su jefe habia hecho avisar, empezaron a recorrer las calles, gritando: "¡A las armas, a las armas!". El exito excedio a sus esperanzas. El pueblo, que para sublevarse no esperaba mas que una ocasion, una señal, los siguio lanzando gritos de alegria, y atraidos por el ruido, los aldeanos de las inmediaciones vinieron tambien a unirse a las turbas. Dirigieronse a la dorada prisionde Hixen II y abrieron brechas en dos puntos de la muralla. El desgraciado califa esperaba que alguien viniera a socorrerle. Los altos dignatarios estaban en al-Zahira, donde podian disponer de algunos regimientos de eslavos y de otras tropas; pero al recibir la noticia de que habia estallado un tumulto, creyeron al principio que ben Ascalecha lo sofocaria facilmente, y despues, cuando supieron que la cosa era mucho mas grave de lo que sospechaban, quedaron paralizados por el terror. Parecia que todo el mundo habia perdido la cabeza, y no se hizo nada para libertar al monarca, este, que temia a cada instante ver el palacio invadido por la multitud, adopto al fin el partido de enviar un mensajero a su primo Mohamed para que le dijera que, si le perdonaba la vida, abdicaria en favor suyo.
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El anonimo de siempre:
"¡Pues que! -repondio Mohamed-, ¿cree el califa que he tomado las armas para matarle? No; las he empuñado porque he visto con dolor que querian quitar el poder a nuestra familia. Eres libre de hacer lo que te plazca, y si de buen grado quieres cederme la corona, te quedare muy reconocido y podras exigir de mi cuanto desees."
Despues mando venir a algunos teologos y personajes, a los cuales ordeno que redactasen un acta de abdicacion, y habiendo sido firmada por Hixen II, paso en palacio el resto de la noche. A la mañana siguiente nombro a un primo hermano suyo ´Abd al-Yabbar ben al-Mugira, primer ministro, confio a otro ommiada el gobierno de la capital y les encargo que alistaran en el ejercito a todos los que lo deseasen. El entusiasmo fue tan grande y general que todo el mundo corria a hacerse soldado; hombres del pueblo, ricos negociantes, labradores de las inmediaciones, imanes de la mezquita, piadosos morabitos; todos querian anticiparse a los demas; todos querian verter su sangre en defensa de la dinastia legitima y en contra del libertino que habia querido usurpar el trono.
Mohamed ordeno en seguida a su primer ministro que se apoderase de al-Zahira. Los dignatarios que alli se encontraban no pensaron ni en defenderse; se apresuraron a someterse y a pedir gracia al nuevo califa, el cual accedio a su demanda; pero no sin haberles censurado duramente su connivencia con los ambiciosos proyectos de Sanchol.
Hundiose asi, en menos de veinticuatro horas, el poder de los amiritas. Nadie habria esperado un exito tan rapido. La alegria fue general en Cordoba, y aun mas viva en las clases inferiores de la sociedad. El pueblo, que siempre camina de prisa, tanto en el goso como en la colera, veia abrirse un porvenir de felicidad; pero si la clase media hubiese presentido las grandes y dolorosas consecuencias de esta revolucion, se habria guardado bien de tomar parte en ella y habria pensado, probablemente, que el despotismo ilustrado de los amiritas, que habia proporcionado al pais gloria militar y prosperidad envidiable, valia mas que la anarquia y el regimen arbitrario de la soldadesca, que iba a pesar sobre ellos.
No faltaron desde el primer momento los excesops que acompañan siempre a las revoluciones populares. Mohamed, que podia mandar que saquearan, no tenia suficiente autoridad para prohibirlo. Previendo lo que iba a ocurrir, dio orden de trasladar a Cordoba los tesoros y los objetos preciosos de al-Zahira; pero los saqueadores se habian puesto ya manos a la obra. Llevaronse del palacio hasta las puertas y las ensambladuras; muchos palacios, pertenecientes a los protegidos de Almanzor y de su familia, fueron sauqeados tambien. Durante cuatro dias, Mohamed no pudo o no se atrevio a hacer nada contra estos ladrones. Consiguio, por fin, reprimir su audacia, y eran tantas las riquezas acumuladas en al-Zahira, que, sin contar lo que el pueblo se habia llevado, encontrose alli millon y medio de monedas de oro y dos millones cien mil monedas de plata. Algun tiempo despues se descubrieron, ademas, unas cajitas que contenian doscientas mil monedas de oro. Cuando el palacio quedo completamente vacio, le prendieron fuego, y pronto aquella magnifica residencia no fue mas que un monton de ruinas.
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En tanto, habian sido comunicadas dos actas oficiales despues de la ceremonia del viernes 18 febrero
al pueblo congregado en la mezquita. En la primera se enumeraban los delitos de Sanchol y se ordenaba maldecirle en las oraciones publicas; en virtud de la segunda, quedaron abolidos muchos de los nuevos impuestos. Ocho dias despues anuncio Mohamed al pueblo que habia adoptado el sobrenombre de Mahdi (al-Madhi dilab=guiado por dios) -por el cual le designaremos en adelante-, y cuando descendio del pulpito leyose un llamamiento a la guerra contra Sanchol. Esta ultima proclama surtio un efecto prodigi-
oso. El entusiasmo de la capital se comunico a las provincias; de suerte que, en poco tiempo, Madhi
se hallo al frente de un ejercito numeroso; pero como el pueblo que habia hecho la revolucion no queria dejarse mandar por los an-
tiguos generales del partido de la corte, este ejercito tuvo por jefes hombres del pueblo o de la clase media, medicos, tejedores, carniceros, guarnicioneros. Por primera vez la España musulmana se habia democratizado, escapandose el poder no solo de la mano de los amiritas, sino de los nobles en general.
Al principio todo parecia salir a medida de los deseos de Mahdi. El pueblo de Cordoba le habia entro-
nizado: los bereberes le habian reconocido, y aun no habian trans-
currido cinco dias desde la muerte del amirita, cuando recibio una carta en la que Uadi, el mas poderoso de los eslavos, gobernador de la Frontera Inferior, se ofrecia a prestarle obediencia, diciendole que la noticia de la ejecucion del usurpador le habia producido gran alegria. Como Uadi debia su fortuna a Almanzor, Madhi no esperaba por su parte, una sumision tan pronta; asi que se apresuro a darle pruebas de su reconocimiento, enviandole mucho dinero, un traje de honor, un caballo ricamente enjaezado y el diploma de gobernador de todas las fronteras. Todos los partidos se habian agrupado en torno del Gobierno. Esta era por lo menos, la apariencia, el movimiento espontaneo del primer instante; pero esta unanimidad era menos real y profunda de lo que parecia. La revolucion se habia verificado bajo el predominio de una especie de fiebre general que no habia dado tiempo a que se manifestase el buen sentido: pero cuando vino la reflexion, comenzaron a darse cuenta de que no estaba todo ter-
minado, reparado ni establecido con la caida de los amiritas, de que aun podia haber algo que con-
denar, algo de que quejarse bajo otro regimen. Madhi no tenia ni talento ni virtudes; era un hombre disoluto, cruel, sanguinario y tan poco habil que se enajeno sucesivamente todos los partidos. Comenzo por licenciar a siete mil obreros que se habian alistado. Como no podia dejar Cordoba a merced de las clases bajas, esta medida era sin duda necesaria; pero disgusto al pueblo, que, orgulloso de haber hecho la revolucion, se encontrba muy bien cobrando un gran sueldo sin hacer nada. En seguida des-
terro de la capital a gran numero de eslavos amiritas, y a otros les quito los empleos que desempeñaban en palacio, lo cual era lanzarlos al partido de la oposicion, mien-
tras que con un poco de tacto quiza habria logrado atraerselos. Al mismo tiempo irrito a los devotos. No salia nunca de palacio, no pensaba mas que en divertirse, y los piadosos musulmanes referian con horror que daba festines en que tocaban un centenar de laudes y otro de flautas. "Hace los mismo que Sanchol", decian.
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El anonimo de siempre:
Le llamaban el bebedor, le acusaban de turbar la paz de muchas familias, y le hacian coplas como antes se las habian hecho a su rival. Su crueldad acabo de perderle ante la opinion publica. Uadi le habia enviado las cabezas de muchos habitantes de las fronteras que se habian negado a reconocerle,
y habia ordenado plantar flores en ellas y colocarlas en las orillas del rio, frente por frente a su palacio. Se complacia en contemplar este extraño jardin, e inducia a los poetas -entre los cuales se distiguia Said, que despues de haber adulado a los amiritas, ahora adulaba a su enemigo- a componer versos sobre este asunto.
Enemistado ya con el pueblo, con los eslavos, con los devotos y en general, con todas las personas honradas, Madhi tampoco hizo nada para atraerse a los berberiscos, que, sin embargo. Cierto que estos rudos soldados eran muy aborrecidos en la capital. El pueblo no les perdonaba haber sido los autores y el apoyo del despotismo de los amiritas, y si Madhi los hubiera tomado abiertamente bajo su proteccion, habria perdido la escasa popularidad que aun le quedaba. Sin embargo, como no podia enviarlos a Africa, habria debido atenderlos; pero no lo hizo; a cada instante les demostraba su odio y menosprecio; les prohibio hasta montar a caballo, usar armas o entrar en palacio, todo lo cual era una gran imprudencia. Acostunbrados a ser respetados, honrados y mimados por la corte, tenian los berberiscos el sentimiento de su dignidad y de su fuerza; asi que no se resignaron a no ser nada en el Estado; y un dia en que el populacho saqueo muchas de sus moradas, sin que lo impidiese la policia, Zaui y otros dos de sus jefes fueron en busca del califa y le exigieron imperiosamente el castigo de los culpables. Intimidado por su actitud resuelta y firme, Madhi se excuso lo mejor que pudo, y para apaciguarlos mando cortar las cabezas de los instigadores del desorden. Pero pronto se rehizo de su terror y comenzo de nuevo a vejar a los bereberes.
Sin embargo, por aturdido que fuera, no se le ocultaba por completo lo peligroso de su situacion, y temia sobre todo que el nombre de Hixen II llegara a ser un dia el lazo de union de todos los partidos agraviados. Resolvio, pues, si no matar a su augusto prisionero, hacerle pasar por muerto. Presisamente acababa de morir un cristiano que se parecia mucho a Hixen -abril de 1009-, Madhi hizo llevar secretamente su cadaver al alcazar, donde lo mostro a algunas personas que habian conocido a Hixen. Sea que la semejanza fuese muy notable, sea que las personas en cuestion estuviesen compradas, el caso es que declararon que aquel cadaver era el del ultimo califa. Madhi hizo venir entonces ministros de la religion, personajes y hombres del pueblo, y recitadas las oraciones funebres, fue enterrado el cristiano en el cementerio musulmen con todos los honores debidos a la realeza. Respecto al verdadero Hixen, Madhi le hizo encerrar en el palacio de uno de sus visires.
Tranquilo por esta vez, el imprudente califa creyo que desde entonces podia atreverse a todo. En el mes de mayo redujo a prision -no se sabe por que, quizas por no haber aceptado el engaño de la muerte de Hixen II- a un hijo de ´Abd al-Rahman III, llamado Soliman, a quien poco antes habia nombrado heredero del trono. Ademas dejo entrever la intencion de dar muerte a diez jefes berberiscos. No hacia falta tanto para que los africanos tomasen las armas, y, por su parte Hixen, el hijo de Soliman, trabajo activamente para crearse un partido. lo consiguio sin dificultad. El 2 de junio se reuniero ante el palacio y le proclamaron califa.
P/D.- Sacado de Historia de los Musulmanes tomo-3 de Dozy
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