Durante siglos, cada atardecer, las tinieblas iban envolviendo la ciudad, las gentes se recogían a sus casas y las calles se volvían oscuras y peligrosas. Los recovecos de Córdoba intramuros se llenaban de fantasmas y de sombras que se movían con cada vibración de las débiles lámparas que dejaban escapar su luz desde el interior de las viviendas. Afortunadamente, poco a poco, las callejuelas se habían ido llenando de pequeños rincones iluminados, puntos donde algunas velas o una lámpara de aceite proporcionaban un cierto respiro al intranquilo caminante.
En la primera mitad del siglo XIX, Córdoba estaba llena de altares callejeros, improvisados unos, de cierto valor artístico los menos; con origen en la devoción popular, aunque carentes ya del aura de respeto y veneración que llegaron a tener. Algunos artistas locales habían cedido sus obras, que se podían apreciar en plena calle, como ocurría con Antonio del Castillo.
Sin embargo, durante la regencia de Espartero, en 1841, el jefe político liberal Ángel Iznardi dio la orden de que se retiraran estas imágenes que no sólo representaban una fuente de suciedad, sino que, sobre todo, eran un recordatorio de tiempos antiguos de superstición mezclada con religiosidad, tiempos que se querían dejar atrás en aquel embrión de país moderno que se abría camino, entre luchas internas, lamiéndose las heridas que habían dejado las caenas.
Aquella decisión, de todos modos, no habría podido tomarse si los altares hubieran conservado su utilidad, que habían perdido a principios de los años treinta con la implantación, según las directrices establecidas en 1831, del alumbrado público en la ciudad de Córdoba, que lucía ya centenares de faroles.
Sólo aquellas imágenes que fueron defendidas por familias cuyas influencias llegaban hasta Madrid se salvaron de la quema, quedando prácticamente en solitario el retablo de la calle Candelaria, esquina Lineros. Después, la tradición popular fue recuperando algunos otros lugares, como ocurrió en la calle Adarve, que muestra la foto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario