sábado, 16 de enero de 2010
La firma inmortal de José Mariano Moreno
Os presento a un hombre que, poco a poco, va perdiéndose en la memoria de los cordobeses que aún pudieran, dos siglos después, haber oído algo sobre él. Se ha refugiado en las bibliotecas, como muchos grandes personajes, y aún así resulta complicado dar con él. Así que siento mucho que este retrato que cuelgo aquí sea totalmente fragmentario, formado por algunos trocitos de su persona procedentes sólo de un par de fuentes.
José Mariano Moreno Bejarano nació en Córdoba, de familia humilde, un 4 de julio de 1764. Fue un estudioso y especialista en la lengua latina, ya que no tuvo recursos para dedicarse a la judicatura. De carácter retraído, fue discreto y salía poco de la casa donde vivía con su mujer, Francisca Uriarte. Dedicado casi toda su vida a la enseñanza, fue también bibliotecario durante algún tiempo.
En la mañana del domingo 11 de noviembre de 1810, se celebró la primera reunión de la que, empezando como Academia literaria de Córdoba, se convertiría en Real Academia de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes de esta ciudad. En las elecciones que ese día tuvieron lugar, José Mariano Moreno fue nombrado secretario, y por tanto es su firma la que aparece estampada, junto a otras, en las actas de cada reunión de la Academia hasta, al menos, mayo de 1811.
Presentó en este foro diversas obras, como su Crítica imparcial de Lucano, una Memoria sobre la naturaleza de la oruga y modo de extinguirla, otra Memoria sobre el modo de escribir la historia de Córdoba y su Provincia, o el Elogio del literato cordobés Pedro de Valencia. Hay, de paso, alguna fábula y un estudio sobre el tizón del trigo.
Murió el 20 de octubre de 1833, en la ciudad que le vio nacer. Francisco de Borja Pavón y Luis María Ramírez de las Casas-Deza fueron algunos de sus discípulos más destacados, y perpetuaron en la medida de lo posible su memoria.
Punto y seguido.
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