jueves, 12 de junio de 2008

La gran riada de 1947

Algo más ligerito. Una foto impresionante, tomada de un libro de Arjona Castro, que muestra cómo se comportaba el Guadalquivir en los tiempos en que su caudal aún no estaba regulado por los distintos embalses que existen a lo largo de su cauce. Corresponde a la riada de 1947. No hay más que asomarse al río a la altura del Puente Romano para imaginar la cantidad de agua que tendría que llevar para dar como resultado esta foto.

Como veis, los ojos del puente están cegados por completo, y el agua ha inundado el Campo de la Verdad. Asoman sobre la superficie los tejados de los molinos más altos, los de San Antonio y Papalotierno. La imagen, tomada desde lo alto de la torre de la Catedral, vale más que cualquier descripción.

PD. Aquí os dejo una imagen del siglo XIX, prácticamente con el mismo encuadre, para que comparéis el nivel del agua.

lunes, 9 de junio de 2008

Córdoba frente al misterio (9): Balbán y Pitonio

(Ver anterior)

La confesión tuvo lugar en 1543, probablemente en otoño. Cuando el sacerdote se sentó al lado de la enferma, ésta comenzó a convulsionar, a gritar y a comportarse como una demente. Todas las monjas del convento se sobrecogieron, y el confesor llevó a cabo un exorcismo durante el cual, según relatan las crónicas, se escuchó al Maligno hablar por boca de Magdalena de la Cruz, afirmando tenerla en su poder desde la infancia. En presencia de la comunidad al completo, Magdalena relató cómo a partir de la adolescencia, un demonio llamado Balbán se le había aparecido en forma de bello muchacho, revelándole que todos los milagros y visiones eran obra suya, y que estaba dispuesto a concederle fama de santidad si accedía a un pacto de por vida con él y con su compañero Pitonio.


Magdalena relató cómo había mantenido durante décadas una relación con estos demonios, que los estudiosos de leyendas y folklore engloban en la categoría de duendes íncubos. Contó que, durante los episodios de bilocación, era el íncubo Pitonio quien adoptaba la forma de la monja para que nadie notara su ausencia, al tiempo que explicó con pelos y señales las visitas nocturnas que bajo diversas formas, a cual más exótica, le regalaban estos seres.

Curiosamente, Magdalena se recuperó de su enfermedad, en medio de un escándalo mayúsculo y de una enorme conmoción por toda Córdoba. El día 1 de enero de 1544 fue conducida presa a las cárceles de la Inquisición en Córdoba, en el Alcázar de los Reyes Cristianos, donde se preparó todo el proceso que juzgaría su trayectoria vital. Testigos, acusadores y religiosas fueron pasando por las dependencias del Santo Oficio, que durante dos largos años preparó la sentencia definitiva. Ésta fue leída en público auto de fe el día 3 de mayo de 1546, en que Magdalena de la Cruz salió del Alcázar vestida de monja sin velo, con una soga a la garganta, con mordaza y sujentando un cirio encendido en una mano, siendo conducida hasta la Catedral, donde se había dispuesto un tablado.

Cuentan que nunca fue tan larga una lectura de méritos como aquel día, ya que se prolongó durante toda la mañana y hasta bien entrada la tarde. La religiosa fue condenada a ser recluida a perpetuidad en un convento de su orden fuera de la ciudad (Andújar fue su destino), sin velo, comiendo los viernes al modo de las monjas penitentes, sin hablar con persona ajena a su comunidad a menos que tuviera el permiso expreso de la Inquisición y sin comulgar por espacio de tres años, salvo en peligro de muerte.

Queda para muchos la duda de cuál fue la verdadera naturaleza del caso Magdalena de la Cruz. Posesión demoníaca, duendes (en un sentido amplio y moderno) o, según dejan entrever algunos historiadores, simples tretas para disimular una vida basada en la soberbia y la lujuria, sin decidirse sobre qué deseaba más la religiosa, si pasar a la historia como santa o recibir la visita nocturna de su Balbán convertido en fraile Jerónimo, en hombre negro, en toro o en camello (sic, Menéndez Pelayo).

Sin embargo, hay un detalle que nadie se explica, y es la laxitud que muestra la Inquisición en su condena. Obligar a una monja a terminar sus días en un convento no parece adecuarse a la fama de un Tribunal que mandaba quemar a pobres incultos que cometían supuestos pecados guiados sólo por su desconocimiento o confusión. ¿Cuál fue la causa de este comportamiento? ¿Podía contar Magdalena encuentros nocturnos con alguien más que con Balbán y Pitonio? ¿Se tuvo en cuenta, como se dice, su avanzada edad y su arrepentimiento?

Algunas de las biografías más críticas, que se inclinan por la tesis de la farsa de la monja, omiten los supuestos milagros más espectaculares, o pasan de puntillas sobre ellos. Precisamente, sobre aquellos que dejaron más huella en el vecindario. Podría ser que, más allá de los aspectos religiosos, los inquisidores percibieran que juzgaban algo que no entendían del todo, con peligrosos flecos sueltos. A lo mejor no fueron benévolos, sino prudentes.

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Imagen: un íncubo dibujado por Ricardo Sánchez para "Duendes", de Carlos Canales y Jesús Callejo

jueves, 5 de junio de 2008

Córdoba frente al misterio (8): los milagros de Magdalena de la Cruz

(Ver anterior / Ver siguiente)

Lo primero que hay que tener claro al hablar de Magdalena de la Cruz, es que muchas cosas jamás se explicarán completamente. Hay fechas que bailan, versiones que se solapan y fuentes que se equivocan. Voy a poner al final de la entrada los libros que se pueden consultar, muchos de ellos disponibles en Google Books, por orden cronológico, aunque los más antiguos no tienen por qué ser los más fiables.


Magdalena comenzó a tener apariciones a los cinco años, revelándosele que sería una famosísima santa. El mismo Jesús, según contó, le estigmatizó dos dedos de una mano diciéndole que no le crecerían más. Empezó a fugarse de casa y a intentar crucificarse en su habitación, hasta que fue enviada a las monjas franciscas (clarisas) de Córdoba, en 1504, a los diecisiete años. Allí gritaba y entraba en éxtasis cada vez que recibía la comunión, y se cuenta que levitaba en ese momento. Además, aseguraba que no comía ni bebía otra cosa.

Comenzó a predecir sucesos futuros, como la batalla de Pavía, la captura del rey de Francia o el nombramiento de su superior general, fray Francisco Quiñones, como cardenal. Afirmaba escuchar misa en Roma, o visitar conventos de otras órdenes mientras sus compañeras la veían en el suyo.

Con el tiempo, Magdalena se vino arriba y los milagros fueron subiendo de tono. Se dijo de ella que, estando incapacitada para moverse por una enfermedad, se abrieron las paredes del convento para que pudiera ver una procesión que pasaba frente a Santa Marina. Y luego vino lo del niño.

La monja afirmó haber quedado encinta por obra del Espiritu Santo, y haber dado a luz a un niño en Nochebuena. El recién nacido, según ella Jesucristo, habría desaparecido dejando como prueba de su paso los cabellos morenos de Magdalena de la Cruz convertidos en rubios. La gente se agolpó a las puertas de Santa Isabel para pedirlos como reliquias.

De vez en cuando hablaba en voz alta con un alma del Purgatorio que se le aparecía para pedirle intercesión, o se le acercaba al oído una paloma que presentaba a su comunidad como la tercera persona de la Trinidad (hablando de todo un poco).

Y claro, el resto de las monjitas estaban absolutamente asombradas, como toda la ciudad, consiguiendo Magdalena llegar a abadesa en el año 1533 y siendo reelegida en 1536 y 1539. Las más altas personalidades del Estado y la Iglesia pasaban por allí, el cardenal Manrique la llamaba muy preciada hija mía y la Emperatriz se dirigía a ella como mi mucho estimada madre y la más bienaventurada que había en la tierra. Ojo, que estamos hablando de la reina de media Europa. O más de media.

Hasta que, en 1542, un sector de la comunidad, que empezaba a desconfiar de tanto milagro y tanta abstinencia, consiguió nombrar a otra abadesa. Los maravedíes de las limosnas a Magdalena, que hasta entonces se gestionaban en común, pasaron a ser administrados por ella y las envidias y recelos se agudizaron. En el año 1543, enfermó de gravedad. Llamaron a un médico, y éste le dijo que moriría en breve con toda seguridad. Le ofrecieron confesarse y ella aceptó.

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Algunas fuentes:
Siglo XVI: "Los dos tratados del Papa i de la misa", Cipriano de Valera, 1588, pp. 484-487 y 586-591.
Siglo XVII: "Casos Notables de la Ciudad de Córdoba", anónimo, relato 17.
Siglo XIX: "Historia Crítica de la Inquisición en España", Juan Antonio Llorente, 1822.
"Paseos por Córdoba", Teodomiro Ramírez de Arellano, barrio de Santa Marina. "Historia de los heterodoxos españoles", Menéndez Pelayo, 1880.
Siglo XX: . "Duendes", Carlos Canales, p. 193.

lunes, 2 de junio de 2008

Córdoba frente al misterio (7): el mensajero en las Clarisas.

(Ver siguiente)

A media tarde. el aire le va enfriando la nariz al jinete. Se cubre un poco más el rostro y continúa su camino hacia el oeste, con el sol de cara, intuyendo a contraluz las primeras torres de la ciudad. Pasa un puentecillo sobre el arroyo que dicen del Pedroche y piensa que debería darle un poco de alegría al caballo, levantar polvo y esas cosas, que parezca que viene con mucha prisa cuando en realidad lleva dos días de retraso acumulado desde que pasó Toledo. Tres, si cuenta el que se le fue durmiendo cuando se puso tibio de Valdepeñas en la Venta del Alcalde, allende las umbrías del valle de Alcudia.


El jaco, apretando el trote, salva el arroyo de las Piedras. El camino se ensancha entre las huertas del campo del Marrubial y el jinete vuelve a mandar paso a la montura, entrando despacio y con la cabeza alta por la puerta de Plasencia. Se para. Mira a un lado y otro, y allí no hay nadie que controle el acceso. Confuso, avanza por calles que nunca ha visto. La plazuela de San Lorenzo, Santa María de Gracia. Buen hombre, ¿me puede indicar el nombre de esta iglesia? Zanandré, caballero. Tal y como le dijeron, gira a la derecha en Zanandré, y en un par de minutos está en Zantamarina. Allí, por fin, baja del caballo y pide permiso a un paisano para atarlo a su puerta. El paisano asiente mientras mira cómo abre las alforjas, saca un estuche de cuero y extrae de él un delicado envoltorio blanco de seda.

Ha viajado cien leguas hasta llegar aquí. Hasta el convento de clarisas de Santa Isabel de los Ángeles (el que cinco siglos después la ciudad conocería como San Pancracio), cuya puerta golpea un par de veces. Chirriando, se abre como por arte de magia. Luego comprueba que ha sido una monja minúscula que no levantará más de tres codos del suelo. Ave María Purísima. O buenas tardes.

- ¿Desea algo vuesa merced?
- He venido desde muy lejos para ver a la hermana Magdalena de la Cruz.
El tono solemne no impresiona a la monja. Parece como si todo el mundo fuera allí a lo mismo.
- Vengo desde Valladolid por orden de don Carlos, rey de España, y por la divina providencia, emperador semper augusto de los romanos. Su esposa, la emperatriz doña Isabel, desea que el contenido de este paquete sea bendecido por la hermana.

Estamos, poniendo imaginación, a mediados de marzo de 1527. Y el contenido de ese paquete, que la pobre monja recoge con manos más que nerviosas, son las ropas para el bautizo del hijo que esperan. El primogénito del Emperador, que si es niño recibirá el nombre de Felipe, y si llega a reinar, lo hará como Felipe II, rey de España, Nápoles, Sicilia y Portugal. Para empezar.

¿Qué hacían las ropas del bautizo de Felipe II visitando un convento que aún existe frente a Santa Marina? ¿Quién era esa monja, por cuya celda habrían de pasar cardenales, superiores generales de los franciscanos, nobles y hasta el mismo nuncio de Su Santidad, Juan Reggio? El nombre de Magdalena de la Cruz, que contaba entonces cuarenta años de edad, se había extendido como una mancha de aceite por toda la cristiandad. Eran tiempos convulsos, en que Roma necesitaba santos, místicos que mediante una relación directa con Dios desacreditaran a los reformadores luteranos. Diez años antes, Lutero había clavado sus tesis en la puerta de una iglesia en Wittemberg y su doctrina había arraigado con rapidez. Fray Luis de Granada tenía todavía veintitrés años. En Ávila, Santa Teresa de Jesús contaba doce años por aquel entonces. San Juan de la Cruz nacería en quince.

Y de pronto, de Córdoba, una oscura ciudad de la alta Andalucía, surgen testimonios de una monja que levita en mitad de la misa, y que hace que la hostia vuele hasta su boca. Que relata apariciones de santos, de almas del purgatorio y del mismo Jesús. Que es capaz de ver el futuro, y de estar en varios sitios al mismo tiempo. Que abre y cierra las paredes del convento a voluntad. Que afirma alimentarse únicamente con la comunión diaria.

Es la hermana Magdalena de la Cruz, nacida en Aguilar de la Frontera. En su historia personal no se sabe dónde empiezan los milagros y dónde terminan las trampas. Dónde termina el Diablo y dónde empieza la lujuria.

viernes, 30 de mayo de 2008

El gañote de "Lagartijo"

En un café de Madrid, mediados, finales del siglo XIX, miraba un tiznao, un pobre piconero cordobés con asombro a su alrededor. La ciudad le superaba. Era enorme, ¿cuánta hente pué haber aquí, maestro?

Rafael miró a su paisano y no le contestó, le dio una palmada en el hombro, sonrió y llamó al camarero. Rafael Molina Sánchez, "Lagartijo". Casi nada. El "Retor" no se despegaba de su protector, que le llevaba de cuando en cuando, como parte de su cuadrilla, a sus grandes corridas por toda España. En todo le imitaba, tratando de acomodarse a un mundo que le venía grande. Si "Lagartijo" daba la mano, él la daba. Si "Lagartijo" alababa con elegancia el peinado de una señora, más aún le gustaba al "Retor".

Y el maestro, que se las colaba por todas partes y se divertía como un enano, le dijo al camarero: nos trae dos cortaos. Pero uno templadito y otro, aquí para el socio, caliente pa quitar el pellejo la tripa. Oído. Y con la mesa llena de gente importante, hablando de dineros, se bebió "Lagartijo" el cortao de un trago, sin parpadear, y de otro trago se tomó el suyo el "Retor", que después de pasearse a la carrera Gran Vía arriba y abajo durante diez minutos, con la mano al cuello pero sin levantar la voz ni un momento, vuelve a su asiento y, con porte digno, se le arrima al oído a Rafael para decirle:
- ¡Compare, tiés el gañote forrao de lata!

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De José Cruz, "Los piconeros cordobeses", con ciertas libertades.

martes, 27 de mayo de 2008

El vuelo americano y la evolución de Gran Vía Parque

A lo largo de los años 1956 y 1957, aviones estadounidenses equipados con cámaras de fotos recorrieron todo nuestro territorio, elaborando, en colaboración con el ejército, la primera ortofotografía completa de que disponemos. El hecho de que se realizara antes de la expansión industrial y urbana de los años sesenta, nos permite tener un documento muy valioso que muestra cómo eran las ciudades cuando aún se limitaban, en muchos casos, a su perímetro medieval. En Córdoba acababan de construirse los barrios de Fray Albino y Cañero, se preparaba la ampliación de Ciudad Jardín y se empezaban a colonizar las huertas al otro lado de las vías del tren, formándose los embriones de Santa Rosa, Margaritas y Huerta de la Reina.

En esta comparativa aparece la avenida Gran Vía Parque, tal y como estaba el año pasado y cincuenta años atrás. Bueno, mejor dicho, tal y como no estaba. Se puede ver la plaza de Costa Sol, el camino que hoy es la avenida del Aeropuerto, el paso a nivel junto a la actual glorieta Ibn Zaydun y la fosilización de los antiguos caminos tradicionales en la nueva ciudad, como ocurre con el camino de Almodóvar que pasa hoy por el aparcamiento de la plaza de toros.

sábado, 24 de mayo de 2008

Milenario (1): la última primavera de Qurtuba

(ver siguiente)

Hace exactamente mil años, la grandiosa Qurtuba califal vivió su última primavera. Era mayo de 1008, cuando florecieron por última vez los jardines de Medina Alzahira (
al-Madinat al-Zahira) y se adornaron de colores las almunias que rodeaban a la capital.

Reinaba el tercer Califa de la dinastía de los Omeya, Hisham (Hixem) II, encerrado en su propio palacio por el valido Abd al-Malik al-Muzaffar, hijo del todopoderoso Almanzor y gobernante efectivo desde su muerte en 1002, estableciendo de esta manera una dinastía amirí en el poder, paralela y sobrepuesta a la legítima familia reinante.

La ciudad era inmensa. Inabarcable. Los historiadores decimonónicos jamás se creyeron las cifras de población porque no imaginaban una Córdoba de doscientos, trescientos mil, medio millón de habitantes constreñida entre sus murallas medievales; les faltaba el dato esencial: Córdoba ocupaba una superficie mucho, muchísimo mayor. Rebasaba los muros y se extendía por la actual Ciudad Jardín hasta más allá de los límites actuales, seguía el río hasta las almunias de Casillas, se había construido en lo que hoy son las Margaritas, Ollerías, casi con toda seguridad algunas zonas de Levante hasta Carlos III.

Ni París, ni Roma, ni Londres podían soñar siquiera con semejante extensión o con una parecida cantidad de artistas, artesanos o científicos. Sólo la opulenta Constantinopla, Bagdad o Cairuán podían compararse con Córdoba.

Dos ciudades palatinas, Medina Azahara al oeste y Medina Alzahira al este, rivalizaban en riqueza. Junto a ellas, se habían extendido los barrios de funcionarios y comerciantes, formando en algunas zonas casi un continuo de siete millas que Ramírez de las Casas-Deza nunca pudo llegar a entender.

Y sin embargo, la bomba étnica que suponía la mezcla de árabes, beréberes, muladíes, eslavos y mozárabes había ido fraguando una inestabilidad cuya mecha sería el enfrentamiento dinástico entre omeyas y amiríes. Desde finales de 1008 y, especialmente, principios de 1009, cuando estalló la guerra civil, una vertiginosa sucesión de Califas, asedios, saqueos y revueltas aplastó durante veintidós años la memoria de Qurtuba. Medina Alzahira fue destruida en 1009, Medina Azahara fue violada y hundida en 1010. Sólo quedó, en palabras de Ocaña Jiménez, un "campo pletórico de espantosas ruinas", un cementerio de casas, muros caídos y tejados carbonizados, miles de viviendas abandonadas, capiteles rotos. Columnas caídas, arcos colapsados, palacios desvalijados.

Fue la mayor catástrofe, sólo comparable a la destrucción por las legiones de Julio César, que esta ciudad haya visto en su Historia, y se va a cumplir su milenario. Ha llegado la hora de rescatarla del olvido.

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Línea temporal de la dominación musulmana (I y II)

miércoles, 21 de mayo de 2008

Cine Alkazar

A veces, moviéndose por el pasado, se encuentra uno lo que menos se espera. La prueba está en este cartel anunciador que se publicó en el Diario Córdoba el día 2 de mayo de 1930, comunicando la primera función en el nuevo cine Alkazar, de la calle Reyes Católicos.

El periódico del día siguiente se deshace en halagos hacia la calidad del sonido, de las butacas, de la iluminación indirecta y de las múltiples comodidades que habrían de llegar en cuanto el cine estuviera terminado por completo, ya que se inauguró inconcluso por los deseos del público, según la empresa explotadora.

Aquí queda, archivado para la posteridad.

lunes, 19 de mayo de 2008

Retoques

Como algunas entradas quedaban un poco sosas, he puesto algunos vídeos (el del Hombre Río, que me gusta especialmente, y uno de Valdés Leal, por si alguien no la ubicaba) y he cambiado una foto.

Córdoba vive: el Hombre Río

Abrazamozas

Don Juan, el último bohemio

domingo, 18 de mayo de 2008

Cruda descripción del cordobés medio

Ramírez de las Casas-Deza no se anda con medias tintas. Como lo ve, lo cuenta, y así describe al pueblo cordobés de su época, allá por 1867, cuando se publicó la cuarta edición de su "Indicador cordobés". Copio la cita, para que nadie se me moleste.

Los cordobeses son bien formados, de color trigueño o moreno por lo general, gallardos y buenos jinetes; y disfrutando de un cielo despejado, de un clima meridional apacible y risueño y de un suelo feracísimo y ameno; son vivos, alegres, ingeniosos de imaginación ardiente, ponderativos, amantes del lujo y de la vida libre y aventurera, frugales, presuntuosos, poco dados al trabajo, enemigos de la profesión militar, y nada hospitalarios ni benéficos aún con los consanguíneos. La educación está descuidada proporcionalmente en todas las clases y en uno y otro sexo.

Magistral don Luis María en la técnica de atraer al incauto con halagos y pasar a continuación a zurrarle sin contemplaciones. ¿Cuánto hemos cambiado en siglo y medio?

jueves, 15 de mayo de 2008

Ategua

Muchos arqueólogos, si tuvieran que pedir un deseo el día de su cumpleaños, al soplar una vela como la que celebra el aniversario de esta página, cerrarían los ojos y pensarían en un solo lugar: Ategua. La mayor parte de los cordobeses, por desgracia, nunca han escuchado ese nombre. No han tenido la oportunidad de contemplar la suave colina que la sostiene. No han sentido el peso de la Historia, de toda la Historia, soportado por sus viejos y cansados muros. Y, sin embargo, Ategua sigue allí, sola desde hace casi siete siglos, en medio de la campiña, con lo que queda de su tesoro escondido bajo la hierba.

El poblado medieval posteriormente conocido como Teba, cuyos restos se alzan hoy junto al cortijo de Teba la Vieja, a unos cinco kilómetros de Santa Cruz en dirección a Castro, es el yacimiento con mayor cantidad de estratos históricos estudiables de todo el término de Córdoba, y posiblemente de toda su provincia, igualando a la capital, con la salvedad de que ésta varió de emplazamiento en el momento de la fundación romana.

En Ategua se han hallado restos del Calcolítico, allá por el tercer milenio antes de Cristo, de la Edad del Bronce, cuya etapa final se difumina entre una mezcolanza de civilizaciones con restos tartésicos, celtíberos, fenicios y griegos, que nos llevan a las primeras etapas históricas. Para entonces ya existía una ciudad amurallada, que los romanos ocuparon y conservaron, convirtiéndose en escenario de algunos enfrentamientos decisivos de las guerras civiles en tiempos de Julio César.

La ciudad siguió habitada durante la ocupación musulmana, habiéndose encontrado, entre otros muchos restos, cerámicas califales. Fue reconquistada por los castellanos, pero su vida estaba a punto de llegar a su fin. Apenas un siglo después, en 1348, la Peste Negra asoló el poblado, y los escasos supervivientes se dispersaron por otras poblaciones.

Ategua ha sido excavada en varias ocasiones, pero de una manera parcial y sin perspectiva de convertirlo en un monumento visitable de primer orden. Miles de piezas descansan en las salas y los sótanos de museos y depósitos, otras muchas en naves industriales de las redes de traficantes. Mientras tanto, los enamorados de esta ciudad perdida siguen soñando con tiempos mejores.

lunes, 12 de mayo de 2008

El cofre escondido de Lepanto

Hace unos años, cuando vio a las primeras máquinas derribar la cerca de piedra del cuartel de Alfonso XII, también llamado de Lepanto, para dejar sitio al nuevo espacio público que hoy existe, una mujer se decidió a contar lo que llevaba muchos años sabiendo.

Afirmó, a sus 66 años, que alguien debería rebuscar en el subsuelo de dicho muro, cerca de las columnas de ladrillo que flanquean la puerta frenta a los Trinitarios, para encontrar un pequeño cofre que se depositó allí el día de 1877 en que Alfonso XII, de visita en Córdoba, colocó la primera piedra de los futuros cuarteles.

Dentro del cofre se habrían depositado algunos objetos de la época, como monedas o algún mensaje escrito para la posteridad. Ahora es el momento de elegir entre recuperarlo para un museo o dejarlo dormir bajo la nueva avenida que se está proyectando en Ronda del Marrubial.

Como curiosidad, aquí os dejo el periódico del día en que se anunciaba la visita del Rey.

viernes, 9 de mayo de 2008

Juan Palo

Una historia popular de las que llenan los "Paseos por Córdoba" nos la encontramos en la explicación que da el autor al nombre de una de las calles que están entre San Lorenzo y el Alpargate (Trinitarios).

Al parecer, lo tomó de uno de sus vecinos, un tal Juan, de apodo "Juan Palo", que vivía con una mujer que la leyenda nos presenta como muy autoritaria, de manera que el marido acababa con frecuencia en casa de su madre, donde se lamentaba de su suerte.

La madre, que debemos recordar que vivió hará como unos tres siglos, le señalaba insistentemente que "ninguna medicina era tan eficaz como una buena dosis de acebuche (sic)". Expresaba su idea gritándole al pobre hombre:
- ¡Juan, palo, palo en ella, que el loco por la pena es cuerdo!
Los vecinos, que pasaban las semanas escuchando semejantes consejos de madre, acabaron por ponerle al tal Juan el apodo que le ha quedado para la posteridad.

lunes, 5 de mayo de 2008

¿Hacia dónde mira la qibla? (y II)

A lo largo de los siglos se han dado muchas respuestas distintas a este problema. Hay quien ha argumentado que la Mezquita, ubicada en un lugar donde todas las civilizaciones que han pasado por Córdoba han instalado importantes centros de culto, presentaba su orientación condicionada por el urbanismo romano desde los primeros momentos de su existencia.

Ángel Ventura, en varios trabajos, identifica la nave central de la Mezquita, antes de la ampliación de Almanzor que descentró el Mihrab, con uno de los kardines o calles que se crearon tras la refundación augustea de la ciudad, que desbordó hacia el sur las primitivas murallas republicanas. De esta forma, la Mezquita sería un edificio aún encorsetado, siete siglos después, por el urbanismo hispanorromano. Una aproximación a su teoría es la que muestra esta figura:



Sin embargo, la hipótesis más romántica y exótica es la que ha gozado de más popularidad. Navegando por el terreno de la leyenda, se afirma que Abderramán I, al emprender la construcción de la Aljama, se dejó llevar por la añoranza de su tierra siria, donde las mezquitas señalan casi hacia el sur, hacia La Meca, y ordenó que la nueva edificación respetara esta orientación.

Podemos hacer un viaje a Siria y tratar de verificar esta idea:
A vista de pájaro, las mezquitas de Damasco se desvían del eje norte-sur bastante menos que la Aljama de Córdoba. De modo que ese deseo de Abderramán I tampoco explica totalmente la anómala disposición de la qibla de nuestra Mezquita.

Que cada uno estudie las fuentes y entienda lo que crea más conveniente, porque seguramente habrá explicaciones alternativas a estas, pero a mí, que no me dedico a la Historia, me convence más la teoría del urbanismo romano. Y cuando encuentre tiempo para leer, a lo mejor profundizamos por ese lado.

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¿Hacia dónde mira la qibla? (I)

sábado, 3 de mayo de 2008

¿Hacia dónde mira la qibla? (I)

Las mezquitas de todo el mundo se han ido construyendo de acuerdo con un patrón repetitivo: el muro principal, la qibla, ante el que se realizan las oraciones, debe estar mirando hacia la ciudad santa, La Meca. Sin embargo, desde antiguo se han preguntado los estudiosos por qué una de las mezquitas más importantes del mundo musulmán, la Aljama de Córdoba, no mira a La Meca.

En efecto, si trazamos una línea prolongando el muro occidental o el oriental de la Mezquita más allá del río, de la costa y del Mediterráneo, acabaremos aproximadamente en el centro de África, a miles de kilómetros de Arabia. Podéis hacer la prueba con cualquier mapamundi. La qibla de la Mezquita de Córdoba mira hacia el sudeste.
 Cabría preguntarse si los arquitectos del emir tenían una idea clara de dónde se encontraba La Meca. Para contestar a esta pregunta, podemos dar una vuelta por Córdoba para ver la orientación de otras mezquitas que se han conservado en mayor o menor medida. La iglesia de Santiago tiene una casi perfecta orientación este-oeste (ergo no tendrían ni idea), pero como todos los templos que sufrieron modificaciones para adaptarlos al culto cristiano, da mucho juego a la imaginación sobre su orientación primitiva. Algo así pasa con San Lorenzo, que según como se mire se puede parecer mucho a la foto anterior...

... con San Juan (Las Esclavas)...
 ... o con la antigua parroquia de San Nicolás de la Axerquía, de la que habrá tiempo de hablar.

De todos modos, para salir de dudas nada mejor que irnos a campo abierto, donde ninguna limitación de espacio o reorientación del callejero nos pueda confundir. ¿Tenemos una mezquita conservada en medio del campo? Hombre, conservada conservada no está, pero sus restos han sobrevivido: aquí vemos cómo la mezquita de Medina Azahara sí que se orienta correctamente hacia La Meca, rompiendo la cuadrícula del resto del Alcázar.
 Lo mismo ocurre con la mezquita de la plaza de Colón, el Almorabito, aunque a una escala bastante menor. Ésta, construida en el siglo XX, mantiene exactamente la misma orientación que la de Medina Azahara.
¿Cuál es, entonces, la causa de que en Córdoba unas mezquitas miraran a la Meca y otras no? Mejor dicho, ¿a qué se debe que la mezquita Aljama no lo hiciera?

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¿Hacia dónde mira la qibla? (II)