Cuenta la tradición, ya casi olvidada, que un hombre llamado Gonzalo García, cardador de lana que habitaba el barrio de San Lorenzo en la primera mitad del siglo XV, salió un día a pasear por los alrededores de la ciudad, por la zona de la actual Facultad de Derecho. Iba lamentándose de la suerte de su familia, ya que había dejado en casa a su mujer, paralítica, y a su hija, que había perdido la razón.
Caminaba cerca del arroyo de las Piedras, que bajaba del Marrubial, y llegado un punto se encontró con tres jóvenes, un hombre y dos mujeres, a los que identificó como a la Virgen y a los patronos de Córdoba (Acisclo y Victoria). Se dirigieron a él y, señalando una fuente que brotaba de una higuera cerca de la puerta de Baeza (junto a las Lonjas), le dijeron que tomara agua y la llevara a casa, dando de beber a su familia. Compró un jarro en la calle del Sol y lo llenó, volviendo con su mujer e hija, que sanaron ese mismo día.
Cundió la noticia, y muchos cordobeses se fueron cercando al lugar, bebiendo y, según recoge la tradición, afirmando que gracias a aquel agua se curaban milagrosamente numerosos enfermos.
Uno de ellos fue un ermitaño de la Albaida, incurable, que se acercó, veinte años después del primer caso, a beber de aquella fuente y, agradecido por su sanación, quiso saber cuál era el origen de aquel misterio.
1 comentario:
Anda, mira que curioso, yo la leyenda que me sabía era la del caimán y una de una inundación o algo así pero ésta es la primera vez que la veo (y me gusta más)
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