viernes, 2 de octubre de 2009

El pleito del siglo (XVI): el Cabildo contra el Reino, por el azud de San Julián

Último capítulo. Hay material para más, pero ya está bien, que me estoy saturando ya de río y de molinos, con un libro que no hay cristiano que lo entienda y sin ninguna foto con la que ilustrar algo que ya no existe.

El cierre del "tema San Julián" no es otro que la explicación de cómo desaparecieron esos molinos, hoy enterrados (lo que quede de ellos) bajo la portada de la Feria, poco más o menos. Afortunadamente, fue un acontecimiento en el que hubo mucho dinero de por medio, lo cual, en manos eclesiásticas, es garantía de que hay cantidad de documentos antiguos que consultar.

Resulta que, en el año 1568, al poco de que Wyngaerde hiciera las maletas, los propietarios del molino de Martos empezaron a hacer una obra en la azuda que supuso el recrecimiento de la presa, entre otras muchas reformas que aproximaron el molino a la imagen que luce hoy en día. Evidentemente, al aumentar la altura del agua embalsada, los molinos de San Julián perdieron su funcionalidad, porque quedaban ahogados por la represa de Martos, situada aguas abajo. Las aceñas y batanes dejaron de producir, las norias dejaron de girar y, al poco tiempo, los molinos quedaron abandonados e improductivos.

El Cabildo, propietario de una parte de las aceñas, aglutinó en torno a sí al resto de los propietarios, incluyendo conventos y particulares, que acordaron comisionar a dos personas para que se ocuparan del pleito contra los dueños del molino de Martos. El problema es que iba a ser una pelea de titanes, ya que dichos dueños eran los frailes de la Orden de Calatrava (de Santiago, según algunos documentos), y desde los tiempos de los Reyes Católicos y los primeros Austrias, las Órdenes Militares dependían del poderoso Consejo de las Órdenes, es decir, del Rey (1).

Al final, después de muchísimo dinero gastado, el Rey accedió a comprar a los propietarios los molinos dañados, y aquí paz y después gloria. La Corona siguió pagando rentas a los damnificados (si no he interpretado mal lo leído), y explotando a través de la Orden de Calatrava el productivo molino de Martos.

Lo siguiente, ya lo sabemos. Fue el redescubrimiento en 1751 de las ruinas de la azuda, según cuenta Sánchez Feria.

Y hasta aquí el recorrido por la zona de San Julián. Hay mucho, muchísimo más que contar, pero ya habrá tiempo para ello.

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(1) Esto explicaría la denominación de "Azud Real" que aparece en algún documento, en referencia, yo creo, a la parada de Martos.
Información del libro "Molinos y aceñas de la ciudad de Córdoba", de Cristóbal Torres Delgado.

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