viernes, 26 de marzo de 2010

El puente de los Diablos sobre el arroyo Pedroche

La ciudad de Córdoba, en su crecimiento a lo largo del siglo XX, fue engullendo poco a poco las zonas del ruedo, es decir, las huertas que rodeaban la población y cuyo terreno ocupan hoy barrios periféricos como Ciudad Jardín, Levante o la Fuensanta.

En estas últimas zonas, además, la urbanización se fue comiendo el cauce de antiguos arroyos que quedaron soterrados, perdiéndose con ellos los puentecillos que servían para sortearlos y llegar hasta los terrenos de labor.


Uno de los puentes con nombre propio era el llamado de los Diablos, situado más o menos en lo que hoy es el paso del camino de Carbonell por debajo de la autovía de Madrid, al lado de la avenida Virgen del Mar. Era un puente sobre el arroyo Pedroche, como se ve en la foto aérea de 1957, adonde llegaban dos caminos, procedentes de las puertas Nueva y de Baeza, que se dirigían desde allí a los molinos de Lope García y Carbonell (Salmoral, a finales del XIX). Estos caminos figuran en las ordenanzas de 1884 y han sido recuperados para el nuevo
proyecto municipal de reglamento para los caminos públicos, con los números 70 y 73.

Ramírez de Arellano, en sus Paseos, imagina la construcción del puente alrededor de los siglos XIV o XV, mientras que expone una vieja leyenda según la cual fue construido en una noche de tormenta en que un lego franciscano, de vida un poco libertina, volvía de una cita y se encontró crecido el arroyo, sin poder vadearlo. En ese momento invocó al diablo para que le ayudara a regresar al convento de Madre de Dios, y una legión de demonios (socios de los de la plaza de las Dueñas, quizás) le construyeron en tiempo récord un puente sobre sobre el Pedroche, tal y como otras leyendas relatan en varios puntos de la geografía europea.

Hoy, desgraciadamente, se ha perdido no sólo el puente, sino también su memoria, salvo los mayores que sean capaces de recordar el nombre de aquel lugar, un topónimo que ya, también, es historia de Córdoba.


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Siento la ausencia. Las musas pasaron de mí, se habrían ido con el Nano, allá por Huelva...

12 comentarios:

Jumy Elerossë dijo...

Pues nada muchacho, yo te las cazo y te las llevo para cuando vuelva xD

Por cierto, ¿has pensado en hacer vídeos con todo esto? Quedaría muy bien ;)

Puerta de Osario dijo...

Pues no es ninguna tontería... para alguna cosilla en concreto igual merecería la pena, una especie de corto... ¿Recuerdas aquellos proyectos con el militar condecorado y su marido? Pues algo parecido en plan cordofriki. Eso sí, necesitaría un buen narrador, ¿te ofreces?

Laurentino dijo...

Me he encantado tu artículo Puerta. Como siempre sacando del olvido lo que por desgracia ya sólo queda como recuerdo.

Un saludo.

Talbanés dijo...

Hola Puerta, como siempre aprendiendo con tu blog. Me ha gustado mucho esta entrada dedicada al Puente de los Diablos. Como bien dices hay muchos,nombres, historias, costumbres, leyendas etc. de nuestra ciudad que se están perdiendo, por eso es tan importante que personas como tú las plasméis en vuestros blogs antes de que se olviden para siempre. Un saludo amigo. Esta tarde voy a salir con la bicicleta de montaña a dar un paseo, aún no he decidido la ruta... quizá me anime y me acerque hasta la zona del Puente de los Diablos y de paso echo un vistazo al río por aquella parte. Hasta pronto.

José Manuel Fuerte dijo...

El Puente de los Diablos lo he pasado yo muchas veces de chico, cuando íbamos a las huertas a "merendar" manzanas verdes, ciruelas, almezas y pipas que cogíamos directamente de la torta del girasol. Antes del puente estaba "El Cañaveral", con cuyas cañas hacíamos canutos para nuestras batallas de cervatanas, o flautas, que no sonaban, pero divertía hacerlas.
Pasando el puente había un "vacie" de escombros y muebles, donde hacíamos candelas en épocas de invierno mientras esperábamos al "enemigo" para nuestras "batallas".

¡Qué tiempos!

Me has recordado mi infancia. Bonita entrada, Puerta.

Puerta de Osario dijo...

Ey, Ben, ¿cómo era? Cuéntanos, anda, que no me esperaba yo encontrar a nadie que lo hubiera visto. ¿Tenía pinta de antigüalla o era moderno? ¿Un arco, ancho, estrecho...? Cuenta.

Puerta de Osario dijo...

Ey, Ben, ¿cómo era? Cuéntanos, anda, que no me esperaba yo encontrar a nadie que lo hubiera visto. ¿Tenía pinta de antigüalla o era moderno? ¿Un arco, ancho, estrecho...? Cuenta.

José Manuel Fuerte dijo...

Pues la verdad es que por aquellos años (entre 8 y 11 de mi vida, aproximadamente), no estaba yo muy pendiente de estas cosas, sino más de pasármelo bien.

Si no me falla la memoria, era más bien bajito, muy plano, y rodeado siempre de mucha maleza. Vamos, que casi no se veía. Además de maleza, desgraciadamente lo recuerdo con mucha suciedad, debido a la cercanía del vacie que he comentado. Botellas de plástico, escombros, papeles... Recuerdo mejor el cañaveral, con unas cañas largas, y algunas muy gruesas. Cogíamos más las finas, para hacer nuestras cosillas con ellas, o para hacer "espadas" con las que luchar.

Siento no ser de mucha ayuda para recordarlo, pero es lo que me queda en la RAM.

Desde allí salíamos al molino de Carbonell, al de Lope García y a "la isla", donde tenía lugar nuestra "batalla".

Cosas de críos.

José Manuel Fuerte dijo...

Estoy intentando recordar, y creo, si no me equivoco, que no era peraltado, sino una tabla, con dos columnas cuadradas de no más de 30 cms de anchura a cada lado del arroyo, sin mucha piedra que se viera. Y mucha maleza.

La anchura sería de unos cinco pasos o seis de un niño de mi edad. Pero la verdad es que no recuerdo mucho. Recuerdo lo de las columnas porque hacíamos juegos para ver quién aguantaba más tiempo sobre ellas mientras nos tirábamos "cosas" para derribarnos.

José Manuel Fuerte dijo...

Más que columnas eran "mojones", vamos, 30x30x30.

Era por aclarar.

Puerta de Osario dijo...

Gracias por estrujarte la sesera.

Anónimo dijo...

Yo recuerdo el Camino Las Pitas, que por cierto se han perdido ya no ven hasta que no llegas al final de las parceciones de La Campiñuela, pero antes solo cruzar el arroyo por la zona conocda como arroyo la palma que estaba a la altura del final de Fatima. Los lados estaban sembrados de mazorca cebada o trigo pertenecia al cortijo Molino de los Ciegos