jueves, 6 de marzo de 2008

Hundamos las murallas (IV): abriendo paso al Rey

En la década de 1870, el Ayuntamiento empezaba a estar cansado de que todas las ideas que tenía para mejorar el erial que el pueblo llamaba Campo de la Merced se fueran frustrando por falta de fondos, tiempo o voluntad de hacerlas realidad.

Uno de los proyectos largamente acariciados era, cómo no, hundir un trozo de la muralla de la Villa para dar salida a dicho campo por la calle del Silencio, hoy llamada de Torres Cabrera, y que en aquella época terminaba en la plaza de las Doblas. Pero era necesario comprar previamente las casas afectadas por el derribo, y no había dinero en las arcas municipales para hacerlo.


La excusa perfecta vino dada por la visita real de Alfonso XII a Córdoba en abril de 1877. Estaba previsto que el Rey se alojara en el palacio de los Condes de Torres Cabrera, que aún hoy podemos ver en la calle que lleva su nombre, y desde el Ayuntamiento no se consideraba de recibo que el monarca no tuviera una salida directa de la ciudad a la estación de ferrocarril, motivo un poco discutible dado que se encontraba a escasos cien metros de la puerta de Osario.


El caso es que de los grandiosos planes de urbanización y ajardinamiento del Campo de la Merced, que se suponía que iban a reportar considerables beneficios económicos a la ciudad, sólo se pudo realizar, y con trabajo, la destrucción de un trozo más de muro medieval, quedando un nuevo montón de escombros en el secarral y una nueva entrada que dejaba ver la pobreza y la suciedad de la Córdoba del XIX.


Imagen: palacio de los Condes de Torres Cabrera

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