Frente al Rectorado de la Universidad, ante la puerta del convento de las Capuchinas, se levanta la estatua de Osio, obispo de Córdoba en los últimos años del siglo III y primera mitad del IV, venerado como santo por la Iglesia Ortodoxa y la Católica de rito Oriental el 27 de agosto de cada año.
A lo largo de sus 101 años de vida, Osio se convirtió en uno de los personajes más influyentes del Imperio Romano, por su cercanía de consejero con el emperador Constantino, a quien se cree que convenció para su conversión al cristianismo en el lecho de muerte. Junto a él viajó a Milán en el año 313, en que se proclamó el Edicto que ponía fin a las persecuciones religiosas en el Imperio.
La misión de Osio se centró en la oposición a la herejía arriana, a la que combatió en Alejandría y en los numerosos concilios de la época. En el más importante de ellos, el de Nicea, el obispo de Córdoba redactó y proclamó el credo que ha llegado hasta nuestros días, y que es quizás el más fuerte vínculo entre la Iglesia Católica y la Ortodoxa.
Desterrado a la actual Serbia por el emperador proarriano Constancio, Osio murió en el año 357, sin llegar a ver la desaparición de los seguidores de Arrio, que llegaría siglos después.
1 comentario:
Bueno, pues para que veas que sí que miro de vez en cuando tu blog, aquí te dejo una firmita desde el Wheaton College; te la habría dejado antes pero no sé por qué no me dejaba firmar hasta ahorita mismo.
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