A Sebastián Vizcaíno le daba un poco lo mismo todo. Como dice Carlos Canales, era un "hombre de acción", y explorar la costa oeste americana iba a ser, hasta ese momento, su misión estelar. Vizcaíno debía tener un ego de considerables dimensiones, porque se dedicó a renombrar los lugares que ya había descubierto en 1542 Rodríguez Cabrillo, y así ocurrió con el puerto (en el sentido de bahía o puerto natural, porque aún no se había construido nada) de San Miguel.
Vizcaíno llegó allí en noviembre de 1602, se lo pensó como dos segundos, y al final proclamó que desde entonces ese puerto se conocería como San Diego de Alcalá. Pudo ser por dos motivos: el primero, porque era el nombre del principal barco de su expedición. Y el otro, porque llegó allí en el mes de noviembre, cabe suponer que muy cerca de la festividad de San Diego, si no el mismo día. Y así, la que hoy es la octava ciudad más poblada de Estados Unidos (según algunas fuentes, aunque el concepto de "ciudad" es muy flexible), tomó, al ser fundada como presidio y misión españoles en 1769, el nombre de aquel fraile franciscano que varios siglos antes, bajo el atorrante sol del valle del Guadalquivir, se paseaba entre los jaramagos secos de la Albaida.
Fray Diego de San Nicolás llegó a Córdoba de joven, en el primer cuarto del siglo XV. Mientras se fundaba el presidio de San Diego, en California, Sánchez Feria escribía su "Yermo de Córdoba" y su "Palestra Sagrada", y por lo que nos cuenta, el fraile en cuestión, por entonces todavía un simple ermitaño nacido en San Nicolás del Puerto (Sevilla), podría hallarse ya en la Albaida cuando se fundó el convento franciscano de San Francisco de la Arruzafa, en 1417, del que aún se conservan restos en las cercanías del parador. Hay fuentes que nos hablan de una "cueva de San Diego", que en un documento de principios del XVIII he visto nombrada como "del Osario" (otro día hablamos de eso, si es que Paco Muñoz no lo ha contado ya en las Notas Cordobesas, que creo que sí), y que podría perfectamente ser la que aún hoy se conserva frente a los restos de la fachada del convento.
El paso de fray Diego por el convento de la Arruzafa, y por Córdoba en general, debió ser tan señalado que, aunque nosotros, los modernos cordofrikis, empleemos el nombre de San Francisco, Ramírez de Arellano nos dice en sus "Paseos" que el cenobio era conocido "generalmente" como "San Diego de Alcalá". La reliquia que se envió a Córdoba tras su muerte se depositó, tras la desamortización que puso fin a la existencia del convento de la Arruzafa, en el de Santa Isabel de los Ángeles, cerca de Santa Marina.
Que por cierto, y dicho sea de paso, es un nombre que no había escuchado, escrito ni pronunciado en el último mes y medio, y que me ha puesto un huevo de nostálgico. Un saludo a todos.