Una de las parroquias fernandinas más desconocidas de Córdoba es que la daba nombre al barrio comprendido, más o menos, entre la calle de la Feria y el convento de Santa Clara, de oeste a este, y la plaza de las Cañas y el río, de norte a sur, por decirlo breve e inexactamente: era San Nicolás de la Axerquía, popularmente San Nicolás del Río. La plaza del Potro o el convento de San Francisco (oficialmente, San Pedro el Real), por ejemplo, formaban parte de este barrio.
La pequeña iglesia dejó de serlo en 1877 para trasladar la parroquia a dicho convento, donde aún hoy se encuentra. El edificio se fue arruinando progresivamente pero, para sorpresa de muchos cordobeses, ahí sigue, en la Ribera, rompiendo la línea de fachadas con una esquina saliente. Sí, ese cocherón blanco entre Bodegas Campos y el río es la antigua iglesia de la Axerquía, hoy aparcamiento privado.
Aunque otro día podríamos ver un poco de la historia de la parroquia (antigua mezquita, como muchas de ellas), hoy me gustaría ver por qué fue necesario su traslado y en qué circunstancias se produjo. La respuesta, como no podía ser de otra forma en ese barrio, está en el Guadalquivir.
El invierno de 1876-1877 fue especialmente lluvioso. Uno de esos años en los que el río crecía de tal forma que la maquinaria erosiva del meandro del Arenal se ponía en marcha (como ocurrió también en 1860, arruinando lo que quedaba del murallón de San Julián) y el terreno bajo la primera línea de casas del actual paseo de la Ribera era peligrosamente horadado.
Un vistazo a la prensa de aquellos días nos deja noticias cuando menos inquietantes. Alrededor del 6 de diciembre debió venir tal riada que las casas de la Fuensanta, Campo de la Verdad y San Nicolás de la Axerquía fueron inundadas. El Santísimo fue llevado a toda prisa a la ermita de la Aurora, y las bombas de desagüe trabajaron en el barrio durante varias jornadas, llegando a medio metro la altura del agua dentro de la parroquia. Se recaudaron fondos para los afectados por la riada y se llevaron a cabo trabajos de limpieza.
No era la primera vez que ocurría pero, ya fuera porque peligrara la propia integridad del edificio, o por la incomodidad de una parroquia pequeña e indefensa frente al río, se decidió que la iglesia del convento de San Francisco sería la nueva sede parroquial de San Nicolás y San Eulogio. Ramírez de Arellano describe una iglesia de proporciones reducidas y con un techo bajo. Uno de los barrios más humildes de Córdoba tenía, por tanto, una de las más pobres iglesias, lejos de la magnificiencia de la homónima parroquia de San Nicolás de la Villa.
El 4 de enero se celebra allí el funeral de una mujer, Josefa del Pino, posiblemente uno de los últimos oficios religiosos de San Nicolás de la Axerquía. Pese a usarse la sacristía para reunión de alguna hermandad, el 14 de febrero el Diario de Córdoba da por hecho el traslado: una de las campanas se envía a Santiago y las otras dos, a San Francisco.
A San Francisco se llevan también los archivos y todas las imágenes, así como la pila bautismal y el pequeño retablo con una pintura del bautismo de Cristo, procedente (no estoy seguro de que ocurriera lo mismo con la pila) de la también desaparecida parroquia de Omnium Sanctorum.
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viernes, 14 de septiembre de 2012
domingo, 2 de septiembre de 2012
El Archivo
Desde el año 2010, el blog Puerta de Osario está recibiendo préstamos de documentos originales representativos de la vida en la sociedad cordobesa, principalmente de la época del Franquismo, pero también procedentes del siglo XIX y del primer tercio del siglo XX, a condición de que al menos una parte sean publicados para el disfrute de los cordobeses.
La custodia, digitalización y publicación de esos documentos son a la vez una alegría y un reto. La alegría, por tener entre mis manos papeles que han sobrevivido, nuevos como el primer día, el paso de cincuenta, ochenta o doscientos años. El reto, por la falta de tiempo que, como es evidente desde hace mucho, paraliza la página por largas temporadas. También en el aspecto organizativo, ya que no era mi intención monopolizar el blog con entradas sobre documentación de un período histórico concreto y, sin embargo, la facilidad de la publicación ocasional de estos documentos me invitaba a un mayor dinamismo que la redacción de entradas sobre historia, leyendas y personajes.
Es por eso que nace este "Archivo cordobés" de Puerta de Osario, con el ánimo exclusivo de dar un pequeño servicio y fomentar la curiosidad por la Córdoba de décadas pasadas. Bueno, y también por matar el gusanillo "cordofriki" en el poco tiempo libre que me vaya quedando, a qué negarlo. Será un blog diferenciado, pero conectado en todo momento con el original por enlaces bien visibles. De hecho, cuando uno de estos documentos sea de especial interés o deba ir acompañado de una historia más desarrollada, la entrada aparecerá en ambas páginas.
Las novedades se podrán seguir en la misma página de Facebook que las del blog, y en la misma cuenta de Twitter. Cualquier aviso de enlaces incorrectos o imágenes en baja resolución será bien recibido (puertadeosario@gmail.com). Abrir las imágenes en ventana o pestaña nueva permite más zoom que la vista por defecto que ofrece Blogger al hacer click sobre ellas.
Espero que con el tiempo la nueva página se vaya llenando de folletos, octavillas, carnets y cualquier documento que pudiéramos encontrarnos en un cajón cordobés que llevara medio siglo sin ser abierto.
lunes, 28 de mayo de 2012
Mil años y siete millas: el poblado de Tábanos, posible origen de Los Villares
La Vega del Guadalquivir asomando desde Los Villares |
Esta es una de esas historias que se pierde en el tiempo, en la incertidumbre y en páginas de crónicas confusas. De modo que vamos a llegar a un acuerdo: yo lo cuento un poco recortado con respecto a lo que me gustaría, y quien lo lea lo hace poniéndole un poco de imaginación. Que si no, esto no tiene gracia.
Hablan las crónicas del obispo Eulogio, de mediados del siglo IX, cuando explican los lugares de origen de los cristianos andalusíes que participaron en el movimiento martirial (que ya se mencionó anteriormente, del que nos saltaremos de momento la parte polémica), de un pequeño pueblecito (viculum) conocido como Tábanos. Nada se dice de su origen, de su etimología o de su población. Sólo se menciona que se encuentra a siete millas al norte de Córdoba, entre densos bosques y abruptos montes. Allí hubo, parece ser, un monasterio dúplice (de hombres y mujeres, algo relativamente común en la época), quizás también con una escuela de enseñanzas cristianas. Fundado por un grupo familiar en el propio siglo IX, habría uno de los focos de reacción ante la creciente islamización de la población hispanorromana. No he sido capaz de encontrar bibliografía capaz de aventurarse a hablar algo más sobre este pueblo de Tábanos, al que se tragó la historia, ni siquiera entre varios trabajos especializados en los monasterios mozárabes. Nadie, salvo Sánchez Feria, claro.
El autor de la Palestra Sagrada, cuando está explicando la vida de Isaac, uno de los primeros ejecutados por la autoridad emiral por delito de blasfemia, a mediados del siglo IX, se detiene a comentar la ubicación de Tábanos. Y siguiendo su lógica, desde luego, podemos seguir el camino que hacia el norte conduce en dirección a Santo Domingo, y desde allí sigue remontando la sierra salvando la cuesta del Cambrón (o del "catorce por ciento") o algún recorrido equivalente. Subamos por allí o por Los Morales, al cabo de siete millas casi exactas, contadas desde la puerta de Osario, estamos en Los Villares. En "la casería de los Villares", según aparece en un mapa de la sierra de finales del XIX, sin olvidar que ese mismo nombre nos indica una población humana estable.
A la parte aquilonar, o del norte, siete millas de Córdoba, estuvo hasta más de la mitad del siglo pasado el lugar que llaman el Villar, decía Sánchez Feria a finales del XVIII, y de él han quedado buenos y visibles rastros: las calles existen, y las paredes de su iglesia aún duran en pie.
Este documento sería suficientemente interesante como historia de Los Villares. Sin embargo, la posible identificación con el Tábanos que menciona Eulogio (a mi corto juicio nada disparatada, pese a lo poco científico del método) le da todavía mayor interés. La distancia y sitio es totalmente conforme, y no hay en sus cercanías ruinas con que pueda equivocarse.
Queda casi todo por hacer para determinar si estamos ante una posible identificación de un topónimo con más de mil años de antigüedad en la sierra de Córdoba, y queda todo por estudiar sobre un posible lugar arqueológico de gran interés. Algún día, quizás.
miércoles, 23 de mayo de 2012
La corrida que pagó el monumento a Manolete
"La destrucción comenzó emplazando allí el monumento a Manolete, horrendo pisapapeles de tamaño descomunal, que tiene el honor de figurar en la antología del mal gusto mundial" [y aporta cita].
Pero el pisapapeles kitsch al que nos hemos acostumbrado no salió gratis. La pasta para la obra, que sería luego encargada a Manuel Álvarez Laviada (800.000 pesetas de la época), se quiso reunir por suscripción pública pero el pueblo no estuvo por la labor. Al final provino, como cuenta la Cordobapedia, de una corrida de toros con matadores españoles y mexicanos celebrada el 21 de octubre de 1951, domingo para más señas, y cuyo folleto llegó a mis manos hace unas semanas, como me llegan últimamente algunas verdaderas maravillas del siglo pasado.
Aquí lo dejo, adornado de topicazos cordobeses y con publicidad y todo (sombrerería Rusi incluida). Diez toros, diez, uno de cada ganadería, con un estadillo para permitir al público explayarse en su crítica taurina. Por mi falta de cultura del tema o mi castellanidad de sangre, sólo conozco a dos toreros de la lista, Lagartijo y Calerito. A éste último, por la calle de la academia "Número e", lo reconozco.
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Foto del monumento tomada de Cordobapedia.
domingo, 15 de enero de 2012
El Rodadero de los Lobos sobre la Albaida, y la piedra de mina de Córdoba
Creo que la imagen se nos hace a los cordobeses tan familiar que nunca nos paramos a pensar por qué esta ahí: esa mancha sin vegetación, ese pedregal que vemos en la sierra, por encima de la Albaida, y que es distinguible desde casi cualquier punto de la ciudad. Por ejemplo, desde la explanada de la estación, un poco a la izquierda de los muros blancos que refuerzan la zona del cortijo de Piquín.
Ese canchal no es natural, sino que fue creado por la mano del hombre, y son los restos de décadas, siglos de excavaciones en la cantera del Rodadero de los Lobos. Todos los trozos de piedra que no se consideraban valiosos, todos los estratos que se iban pasando en busca de las vetas deseadas, iban cayendo ladera abajo hasta tomar el aspecto que vemos hoy día. El nombre es un recuerdo de las épocas de las batidas contra los lobos, una batalla que hace mucho tiempo que perdió el animal, y se aplica también al arroyo que recoge las aguas de la zona y la dirige hacia los llanos de la Albaida, cerca del antiguo matadero de Iccosa.
La cantera del Rodadero de los Lobos viene clasificada en algunos sitios como de origen romano. Supongo que bastaría una visita con Saqunda y Alimoche para aprender lo que no está escrito sobre ese sitio, y lo mismo un día lo intento de alguna forma distinta a la de Manolo Trujillo, al que he leído un relato sobre lo complicado que es llegar allí campo a través. Tarea para primavera.
Pero, lo más importante, ¿qué es lo que se buscaba en ese lugar? Pues una de las piedras de las que está hecha Córdoba. Al menos, la Córdoba antigua, medieval y moderna: la piedra de la que se fabricaron los miliarios romanos, las columnas de época califal y los umbrales de las puertas de las casas del Casco Histórico. Esa piedra gris, violácea o azulada, con vetas blancas, que llevamos toda la vida viendo. La piedra que contiene el agua de la fuente de la Piedra Escrita, la que sostiene la cruz junto a la iglesia de San Juan (Las Esclavas) y la que soportó el paso de los carros en la puerta del Colodro, por poner sólo algunos ejemplos.
Se la llama piedra de mina, y es un tipo de caliza ("caliza micrítica", dicen los entendidos, "mármol cárdeno", he leído en algunas fuentes antiguas) que aflora en cuanto subimos a la sierra de Córdoba, a la zona de los lagares y los miradores. Por debajo quedan los niveles donde encontramos la piedra franca, la calcarenita amarillenta de la mezquita, asomando en las cercanías del Patriarca o en el barrio del Naranjo, por ejemplo. Estos últimos son estratos sedimentarios terciarios, más modernos que las calizas grises, formadas en el período Cámbrico, hace unos quinientos millones de años.
Basta con acercarse al mirador de las Niñas (de allí es la foto superior), entre el cruce de Trassierra y las ermitas, para encontrarse algún enorme peñasco de esta caliza micrítica gris. Por supuesto, no sólo en el Rodadero de los Lobos se extraía la piedra: por toda la sierra cercana a Córdoba proliferaban las minas, con distintas calidades y matices. Toneladas y toneladas de este material están desperdigadas por el Casco Histórico, desde las aceras al museo arqueológico, basta un paseo para verlo por cualquier rincón. Nuestra ciudad es, en cierto modo, un trocito de sierra cortado y esculpido.
Ese canchal no es natural, sino que fue creado por la mano del hombre, y son los restos de décadas, siglos de excavaciones en la cantera del Rodadero de los Lobos. Todos los trozos de piedra que no se consideraban valiosos, todos los estratos que se iban pasando en busca de las vetas deseadas, iban cayendo ladera abajo hasta tomar el aspecto que vemos hoy día. El nombre es un recuerdo de las épocas de las batidas contra los lobos, una batalla que hace mucho tiempo que perdió el animal, y se aplica también al arroyo que recoge las aguas de la zona y la dirige hacia los llanos de la Albaida, cerca del antiguo matadero de Iccosa.
El Rodadero nevado, enero de 2010 |
Pero, lo más importante, ¿qué es lo que se buscaba en ese lugar? Pues una de las piedras de las que está hecha Córdoba. Al menos, la Córdoba antigua, medieval y moderna: la piedra de la que se fabricaron los miliarios romanos, las columnas de época califal y los umbrales de las puertas de las casas del Casco Histórico. Esa piedra gris, violácea o azulada, con vetas blancas, que llevamos toda la vida viendo. La piedra que contiene el agua de la fuente de la Piedra Escrita, la que sostiene la cruz junto a la iglesia de San Juan (Las Esclavas) y la que soportó el paso de los carros en la puerta del Colodro, por poner sólo algunos ejemplos.
Una de tantas casas de Córdoba (C/ Valladares) |
Basta con acercarse al mirador de las Niñas (de allí es la foto superior), entre el cruce de Trassierra y las ermitas, para encontrarse algún enorme peñasco de esta caliza micrítica gris. Por supuesto, no sólo en el Rodadero de los Lobos se extraía la piedra: por toda la sierra cercana a Córdoba proliferaban las minas, con distintas calidades y matices. Toneladas y toneladas de este material están desperdigadas por el Casco Histórico, desde las aceras al museo arqueológico, basta un paseo para verlo por cualquier rincón. Nuestra ciudad es, en cierto modo, un trocito de sierra cortado y esculpido.
Columnas de la amplicación de Almanzor en la Mezquita |
miércoles, 11 de enero de 2012
La visita del embajador Juan de Gorze: el fraile y el Califa (y II)
(Ir a la primera parte)
Pronto apareció un voluntario para hacer el viaje y calmar los ánimos del rey germano: un importante clérigo cristiano llamado Recemundo, que había pasado algún tiempo charlando con el monje Juan, informándose sobre la personalidad y actitud de Otón I. La idea, además, le sirvió para ser nombrado por Abderramán III como obispo de Granada.
Esta vez, se decidió que las cartas que llevaría la embajada cordobesa no mencionarían ni a Jesucristo, ni a Mahoma ni ningún tema divino, y se limitarían a constatar lo amigos que eran todos y cuánto se alegraba el Califa de que el rey Otón le hubiera dado un repaso a sus enemigos húngaros, aparte de una buena disposición diplomática acerca de los piratas musulmanes que, respaldados por el gobierno de Córdoba, hostigaban a los barcos de los aliados centroeuropeos en el Mediterráneo.
En su largo viaje, Recemundo tuvo la ocasión de visitar la abadía de Gorze antes de llegar a Frankfurt, donde Otón accedió a nombrar a un nuevo embajador, también con un mensaje conciliador. No fue hasta mayo de 959 cuando regresó a Córdoba con los enviados, y para entonces, Abderramán III estaba tan harto del asunto que ordenó que nadie relacionado con toda esta historia entrase en su palacio antes que el testarudo fraile Juan de Gorze, con o sin cartas, con o sin regalos.
Un día al inicio del verano, caminando durante dos millas entre una impresionante demostración de fuerza militar, y sobre un suelo cubierto de alfombras hasta Medina Azahara, Juan y los demás embajadores se prepararon para ver al Califa, que recibió al lorenés con enorme educación y hospitalidad. Cuenta el cronista que se miraron con curiosidad durante largo tiempo, en silencio. Abderramán se excusó por las molestias, y el fraile se mostró condescendiente y valoró el esfuerzo por resolver la situación sin que se cortara ninguna cabeza, especialmente la suya propia.
Charlaron durante largo tiempo en la primera de una serie de entrevistas, en unos días que fueron motivo de orgullo para las comunidades cristiana, musulmana y judía de Córdoba. Cuando los emisarios tuvieron que regresar a Alemania, llevaron consigo un pequeño tesoro en forma de valiosísimos libros para la abadía de Gorze. Eran los años del culmen del Califato, del gobierno culto de Abderramán III que continuaría y perfeccionaría Alhakén II.
Si es cierta la leyenda que dice que Abderramán III sólo fue feliz, como él mismo escribió, catorce días en su vida, no sería de extrañar que la entrevista con el embajador de Otón I fuera uno de ellos.
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La crónica de la visita se puede leer en el capítulo VIII del Catálogo de los Obispos de Córdoba, que se puede descargar en pdf.
martes, 10 de enero de 2012
La visita del embajador Juan de Gorze: el fraile y el Califa (I)
Europa alrededor del año 1000 |
En el año 950, el rey Otón I de Germania y Francia Oriental (posterior Emperador del Sacro Imperio) se subía por las paredes. El hombre que controlaba Europa Central acababa de recibir a unos emisarios supuestamente amistosos del Califa cordobés, que le habían transmitido un mensaje entre cuyos términos estaba una petición de conversión a la fe mahometana, al parecer demasiado brusca para el gusto de Otón el Grande. Todo parece derivar de un malentendido, al morir el principal embajador, un culto obispo, antes de poder entrevistarse con el rey para explicar los términos de la introducción protocolaria de aquella carta.
Otón I decidió devolver la jugada con un mensaje dirigido a Abderramán que incluía unas frases ofensivas dirigidas a Mahoma y al Islam en general, a sabiendas de que el mensajero encargado de transmitirlas iba a ser ejecutado en Córdoba, como castigo innegociable a su insulto. La búsqueda de un voluntario para semejante misión, prácticamente suicida, se topó con la evidencia de que nadie quería viajar de Alemania a Córdoba para ser ejecutado. Hasta que se ofreció el prior de un monasterio de Gorze, en la Lorena, hoy Francia: Juan de Gorze, el único dispuesto a viajar hasta la lejana capital andalusí aun a riesgo de su propia vida.
Salón Rico de Medina Azahara |
El Califa y sus consejeros no entendían nada. Los meses pasaban y no se veía una solución. Definitivamente, alguien iba a tener que hacer el viaje de Córdoba a Frankfurt para resolver todo aquel follón.
(Ir a la segunda parte)
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Fuente del mapa. Fuente de la foto.