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miércoles, 11 de enero de 2012
La visita del embajador Juan de Gorze: el fraile y el Califa (y II)
(Ir a la primera parte)
Pronto apareció un voluntario para hacer el viaje y calmar los ánimos del rey germano: un importante clérigo cristiano llamado Recemundo, que había pasado algún tiempo charlando con el monje Juan, informándose sobre la personalidad y actitud de Otón I. La idea, además, le sirvió para ser nombrado por Abderramán III como obispo de Granada.
Esta vez, se decidió que las cartas que llevaría la embajada cordobesa no mencionarían ni a Jesucristo, ni a Mahoma ni ningún tema divino, y se limitarían a constatar lo amigos que eran todos y cuánto se alegraba el Califa de que el rey Otón le hubiera dado un repaso a sus enemigos húngaros, aparte de una buena disposición diplomática acerca de los piratas musulmanes que, respaldados por el gobierno de Córdoba, hostigaban a los barcos de los aliados centroeuropeos en el Mediterráneo.
En su largo viaje, Recemundo tuvo la ocasión de visitar la abadía de Gorze antes de llegar a Frankfurt, donde Otón accedió a nombrar a un nuevo embajador, también con un mensaje conciliador. No fue hasta mayo de 959 cuando regresó a Córdoba con los enviados, y para entonces, Abderramán III estaba tan harto del asunto que ordenó que nadie relacionado con toda esta historia entrase en su palacio antes que el testarudo fraile Juan de Gorze, con o sin cartas, con o sin regalos.
Un día al inicio del verano, caminando durante dos millas entre una impresionante demostración de fuerza militar, y sobre un suelo cubierto de alfombras hasta Medina Azahara, Juan y los demás embajadores se prepararon para ver al Califa, que recibió al lorenés con enorme educación y hospitalidad. Cuenta el cronista que se miraron con curiosidad durante largo tiempo, en silencio. Abderramán se excusó por las molestias, y el fraile se mostró condescendiente y valoró el esfuerzo por resolver la situación sin que se cortara ninguna cabeza, especialmente la suya propia.
Charlaron durante largo tiempo en la primera de una serie de entrevistas, en unos días que fueron motivo de orgullo para las comunidades cristiana, musulmana y judía de Córdoba. Cuando los emisarios tuvieron que regresar a Alemania, llevaron consigo un pequeño tesoro en forma de valiosísimos libros para la abadía de Gorze. Eran los años del culmen del Califato, del gobierno culto de Abderramán III que continuaría y perfeccionaría Alhakén II.
Si es cierta la leyenda que dice que Abderramán III sólo fue feliz, como él mismo escribió, catorce días en su vida, no sería de extrañar que la entrevista con el embajador de Otón I fuera uno de ellos.
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La crónica de la visita se puede leer en el capítulo VIII del Catálogo de los Obispos de Córdoba, que se puede descargar en pdf.
Muy interesante, me ha gustado recordarla, de hecho había leído la novela El Embajador de Medina Azahara en la que se relata todo este hecho. Conservar la historia de nuestra vieja y amada ciudad constituye uno de los deberes de todo buen cordobés.
ResponderEliminarEnhorabuena por este blog.
Un saludo.