Ese canchal no es natural, sino que fue creado por la mano del hombre, y son los restos de décadas, siglos de excavaciones en la cantera del Rodadero de los Lobos. Todos los trozos de piedra que no se consideraban valiosos, todos los estratos que se iban pasando en busca de las vetas deseadas, iban cayendo ladera abajo hasta tomar el aspecto que vemos hoy día. El nombre es un recuerdo de las épocas de las batidas contra los lobos, una batalla que hace mucho tiempo que perdió el animal, y se aplica también al arroyo que recoge las aguas de la zona y la dirige hacia los llanos de la Albaida, cerca del antiguo matadero de Iccosa.
El Rodadero nevado, enero de 2010 |
Pero, lo más importante, ¿qué es lo que se buscaba en ese lugar? Pues una de las piedras de las que está hecha Córdoba. Al menos, la Córdoba antigua, medieval y moderna: la piedra de la que se fabricaron los miliarios romanos, las columnas de época califal y los umbrales de las puertas de las casas del Casco Histórico. Esa piedra gris, violácea o azulada, con vetas blancas, que llevamos toda la vida viendo. La piedra que contiene el agua de la fuente de la Piedra Escrita, la que sostiene la cruz junto a la iglesia de San Juan (Las Esclavas) y la que soportó el paso de los carros en la puerta del Colodro, por poner sólo algunos ejemplos.
Una de tantas casas de Córdoba (C/ Valladares) |
Basta con acercarse al mirador de las Niñas (de allí es la foto superior), entre el cruce de Trassierra y las ermitas, para encontrarse algún enorme peñasco de esta caliza micrítica gris. Por supuesto, no sólo en el Rodadero de los Lobos se extraía la piedra: por toda la sierra cercana a Córdoba proliferaban las minas, con distintas calidades y matices. Toneladas y toneladas de este material están desperdigadas por el Casco Histórico, desde las aceras al museo arqueológico, basta un paseo para verlo por cualquier rincón. Nuestra ciudad es, en cierto modo, un trocito de sierra cortado y esculpido.
Columnas de la amplicación de Almanzor en la Mezquita |