Habría muchos que no se estuvieran enterando de la misa la media, pero la mayor parte de los asistentes sí que entendían por dónde iban los tiros, y los tiros iban muy altos. Nobleza, autoridades, el ministro de Fomento y el resto de la élite de la ciudad de Córdoba miraban con los ojos como platos al Rey mientras éste proclamaba un inesperado y sorprendente discurso.
Es la noche del 23 de mayo de 1921, y Alfonso XIII recibe todos los honores del centenar y medio de ilustres invitados que se han congregado para la cena de gala en el Cïrculo de la Amistad. Era una de sus visitas oficiales (sobre las extraoficiales ya dejamos volar un día la imaginación). En boca del monarca, se suceden los elogios a Córdoba: a su pasado, a su presente y al futuro que las obras públicas en proyecto iban a proporcionarle. Si es que esas obras eran aprobadas, claro, si es que la burocracia no las ponía en peligro como muchas otras veces. Podemos imaginar, en ese punto, un silencio incómodo, unas densas miradas entre los invitados, un traguito de fino del Borbón.
Y comenzó el verdadero discurso: yo no soy un Rey absoluto -estoy muy satisfecho de no serlo- y mi firma autoriza tan sólo a los gobiernos a presentar sus proyectos ante el Parlamento. Luego, en el Parlamento, ya saben ustedes lo que pasa... Murmullos, carraspeos, al ministro de Fomento se le atraganta una aceituna con el susto, y se pone a toser. Es evidente que el juego de la política, con sus movimientos pasionales, con sus arrebatos, con todo lo que constituye la lucha política, frustra muchas veces el buen deseo y el ánimo decidido que los gobiernos tienen de hacer labor útil para el país. Toses incómodas, caras blancas como la cera, ¿está este hombre cuestionando al Parlamento abiertamente?
Nunca el Rey se había atrevido a hablar así de los políticos y gobernantes, nunca había cedido de tal manera ante una pulsión autoritaria que pudiera tener en su interior... Se derriba a los gobiernos [...] el nuevo gobierno hace suyos esos proyectos, pero entonces la hostilidad procede de quienes cayeron derribados... La política entorpece, indeliberadamente, pero con obstáculos insuperables, la acción de los gobernantes.
La línea argumental, la consecuencia lógica de ese discurso estaba llevando al fin de la legitimidad del Parlamento, a la oscuridad de las instituciones, y los presentes lo sabían y entendían. Los periodistas no daban abasto a copiar palabras que en muchos periódicos no saldrían íntegramente publicadas hasta varios días después, debido al escándalo y la polémica que sacudió todo el país.
Faltaba el último recado: si ustedes se agrupan alrededor del Rey, si la opinión asiste al Rey, se logrará al menos que la firma del Rey sea una garantía para que los proyectos beneficiosos para el país salgan adelante, según transcribe "La acción". O según la versión de "El Defensor de Córdoba", comprendo la necesidad de que las provincias inicien un movimiento de apoyo al Rey y entonces en el Parlamento no triunfarán las ideas políticas, sino el bien de la nación. Entonces los políticos se comportarán como deben comportarse, [...] y el pueblo hará efectivo su voto, aquel voto que les dio en las urnas.
El Rey dijo que no quería salirse de la Constitución. Pero aquella soflama en contra del Parlamento y de los políticos la bordeaba por el lado de fuera. En la mente de todos estaba muy clara la consecuencia última que podrían traer aquellas palabras, combinadas con la explosiva situación que vivía el país, inmerso en la impopular guerra africana y sumido en el caos económico y social: la instauración de una dictadura militar autorizada por Alfonso XIII. Un par de años tardó en llegar el golpe de Estado de Primo de Rivera.
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Primicia primiciosa, por gentileza de Jerónimo Sánchez, un pequeño trozo de historia: el menú de la noche de autos. Madre mía, cómo se pusieron.
El bisabuelo de mi mujer, como concejal de la corporación , asistió a tan memorable evento... seguramente a Alfonso XIII se le calentó la boca por el menú que le sirvieron en el Círculo... lo tengo por ahí guardado. Cuando quieras te lo mando.
ResponderEliminarQué curioso, pues sí estaría guapo tenerlo. ¿Qué llevaba, ración por persona de patatas bravas de las que le gustan a lamalgama? Si me lo pasas lo cuelgo, para completar.
ResponderEliminarVes... si te lo dije yo.. seguro que el calentón fue a la altura del "pommery"... ya no podía más y el hombre explotó, hay que entender las cosas en su contexto.
ResponderEliminarPor cierto, Puerta, ¿fue de noche? yo tenía entendido que fue a mediodía.
Lo estaba leyendo, el Rey llegó al Círculo a las nueve de la noche, y se fue a las once, camino de la estación, que estaba alumbrada especialmente para la ocasión, y tal. Así que parece que fue cena.
ResponderEliminarPor cierto, el menú coincide punto por punto con lo que dice el "Diario de Córdoba" del día siguiente (del otro, más bien). Lo sirvió el Hotel Suizo.
cierto, cierto... qué pasada de cena... Y el catering del Suizo... joe, joe... no sé cómo estaba tan canijo, sería del "ejercicio", ja, ja, ja.... lo quemaba "todo"
ResponderEliminarSí, pero el postre final se lo llevó el país, y no fue precisamente fresas con nata. Con su grito de socorro nos zampó una aceituna con un hueso más grande que su propio tamaño.
ResponderEliminarEs que estos Borbones no aprenden.
Me ha llamado la atención que tomaran Jerez y no vino de la tierra...
ResponderEliminarEs que Jerez de la Frontera, es mucho Jerez de la Frontera. Ohú.
ResponderEliminarJe...
ResponderEliminar¿No sería un aviso de que ése que era lo que nos esperaba, era de Jerez...? http://es.wikipedia.org/wiki/Miguel_Primo_de_Rivera
¿No podría ser un pitorreo macabro, un "de lo que se necesita aquí nada, sino lo peorcito de "fuera" (lo digo por africanista)...?
En fin, parece una macabra anticipación.
Por cierto: el rey en su línea...
Ya había dicho eso de "vaya, sí que se está poniendo cara la carne de gallina" al saber lo que exigía Abd el-Krim como rescate por cada español prisionero tras la derrota en 1921.
Salud y cuidado en esta eugenesia clasista de banqueros y politicastros corruptos. ...
Con todos sus errores, y tal como se vio en la república, Alfonso XIII era lo mejor que había en la polític de este país...
ResponderEliminarPor cierto, lo de la carne de gallina es una infundio de Prieto, alguien de poca altura ética como para ser creído.
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