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domingo, 13 de julio de 2008

El cielo cae sobre nuestras cabezas (I)

¿Qué puede uno hacer cuando todo el mundo se vuelve loco? Si en Estados Unidos se venden casas a prueba de envenenamiento, si en Roma se agotan las bombonas de oxígeno y si en Bilbao las iglesias se llenan de gente que pretende ponerse a bien con el cielo, dado que el cielo ha empezado a decir aquí estoy yo, es que algo gordo va a ocurrir.

La locura ha invadido el mundo y, cada noche, los habitantes de todo el planeta echan una mirada al horizonte y comprueban cómo crecen la luz y la amenaza. Hay suicidios en muchos países, incluido el nuestro, porque se tiene la certeza de que ha llegado el día del Juicio. El día en que una enorme nube de cianógeno envolverá la Tierra y condenará a la Humanidad.

¿Y Córdoba? Pues en Córdoba, después de que durante unos días el Defensor y el Diario hayan ido popularizando el gran acontecimiento astronómico que va a tener lugar, la población también se pone en alerta. El plan es el siguiente: los ciudadanos irán en masa a confesarse delante de una(s) copa(s) de Montilla, en el paseo de la Victoria, donde está instalada la Feria de Mayo. A continuación, las familias cogerán la cesta con comida y se irán a los campos de las afueras a sentarse para ver qué es eso que dicen del fin del mundo. Hombre, que es algo que no se ve todos los días.

Es 1910, y en España sólo se teme a dos cosas. Que te manden a Marruecos, o que sea verdad lo que se dice por ahí, y los gases venenosos de la cola del cometa Halley, que crece a ojos vista cada noche y que la Tierra atravesará irremisiblemente, afecten a la población. Lo de Marruecos pase, pero lo del cometa no tendría ninguna gracia. Y menos cuando abres el Córdoba y ves algo así como:

¿Lo ves brillar sobre el lejano monte?
Con su ancha estela que en mostrar se ufana
forma ígneo velo allá en el horizonte
que cubre el despertar de la mañana. [...]

Todos temen morir: su triste suerte
en breve plazo ver cumplida esperan
y perturba al espíritu la muerte
y sucumbir los hace antes que mueran

"Sipote", piensa Rafaé. Así que es inevitable que, entre las risas que provoca a la gente el paso de un grupo de estudiantes disfrazados de antiguos astrónomos, con su gorro de pico y su telescopio de cartón, haya quien, prudentemente, eche otro vistazo a la gran estela blanca que aparece semioculta por las nubes.

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El cielo cae sobre nuestras cabezas (II)
Imagen: el núcleo del cometa Halley fotografiado por la sonda Giotto el 13 de marzo de 1986

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