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jueves, 8 de agosto de 2019

El jardín botánico del Instituto de Segunda Enseñanza o por qué no hay una secuoya gigante en las Tendillas

Algunos colonos anglosajones de California, desde unos años antes de 1850, venían contando historias de árboles gigantescos ocultos en las sierras que separaban este territorio y el futuro estado de Nevada. Sin embargo, no fue hasta 1852 cuando el descubrimiento de las secuoyas gigantes (para el hombre blanco) se hizo oficial y creíble, y muchos árboles fueron talados y repartidos por el mundo para asombro del público. La secuoya es el árbol más grande del mundo por volumen, y el segundo por altura (por un estrecho margen).

Ya al año siguiente, en 1853, llegaron a Europa una gran cantidad de semillas de secuoya, que fueron distribuidas por varios países y plantadas en España con fines tanto científicos como ornamentales. Once años después, en 1864, alguno de estos pequeños arbolitos nacidos en Europa llegó a Córdoba y fue cuidadosamente plantado en las cercanías de lo que hoy es la plaza de las Tendillas, junto a muchas otras especies exóticas, en el primer jardín botánico propiamente dicho que tuvo nuestra ciudad. (Con permiso de los jardines de la Agricultura, para experimentación agraria, de principios del siglo XIX.)

Adaptado de Moreno A y Devesa JA, 2011

Ángel Montero y Juan Antonio Devesa publicaron en 2011 un completo estudio sobre el jardín botánico del Instituto Provincial o de Segunda Enseñanza de Córdoba, en el solar tradicional del Colegio de Nuestra Señora de la Asunción, que hoy es el IES Góngora. El Instituto se funda en 1847 como parte de un plan nacional, y el jardín botánico se crea en su patio sur en el curso 1858-1859, quizás trasladando desde el patio norte algunas plantas ya existentes. El plano puede ser complicado de leer, porque la ciudad ha cambiado mucho desde entonces. La fachada principal (noroeste), abajo en el dibujo, es la fachada del Góngora que da a las Tendillas actualmente. Toda la plaza estaba por entonces ocupada por casas. La calle Claudio Marcelo no existía, pero su tramo más cercano a las Tendillas coincide con el jardín botánico. A la derecha se puede ver la calle del Paraíso (Duque de Hornachuelos) que va hacia la Compañía.

Moreno A y Devesa JA, 2011
Gracias a las memorias del Instituto, sabemos la disposición de los grupos de plantas en el jardín. Quizás esta configuración fuera variando con los años porque, según esos documentos, cada año se recibían decenas de especies nuevas, procedentes de donaciones particulares o de otros jardines botánicos como el de Madrid. Al jardín llegaron diversas coníferas exóticas como la propia secuoya gigante, la secuoya costera, también de California, el cefalotaxo drupáceo de Japón, el ciprés de la Cordillera argentino, el cedro del Himalaya y diversas especies de abetos, incluyendo el pinsapo. También plantas medicinales que, originalmente, deberían haber sido cultivadas como servicio público, algo que resultó imposible por limitaciones de espacio.

¿Por qué no tenemos, a día de hoy, una monstruosa secuoya de cincuenta metros y cientos de toneladas en el centro de Córdoba? Pues porque el jardín botánico, por desgracia, nació condenado por su ubicación. Pocos años después de su creación, en el último cuarto del siglo XIX, comenzó a abrirse la "calle nueva", Claudio Marcelo, por el lado del ayuntamiento. Las obras se acercaron lentamente al Instituto, hasta que a principios del siglo XX se expropió el último solar que faltaba para completar la calle hasta el Hotel Suizo. En 1909, pese a la resistencia del Instituto a sacrificar su jardín, las obras se llevaron a cabo. Algunos árboles fueron trasladados a otro patio, donde no sobrevivirían. El derribo del hotel en 1923, la imagen que se ve en la última foto, fue el último paso para dejar el trazado urbano en su estado actual y a Córdoba sin un jardín botánico hasta varias décadas después.

Los últimos restos del Hotel Suizo en el solar de las Tendillas. Al fondo, la calle Claudio Marcelo. Tomada/editada de Lolo Córdoba/foro Historia de Córdoba en Imágenes

miércoles, 31 de julio de 2019

La calle de Heredia: recuperación por las bravas de un topónimo perdido


Hace algunos años, en los tiempos del Chorrijuego, hubo quien propuso a los participantes del desaparecido foro "Calleja de las Flores" averiguar el nombre original de la calle Teniente Albornoz, ya que el tradicional azulejo estaba cubierto por varias capas de cal o pintura blanca. Teniente Albornoz es una de las calles que comunican Torres Cabrera con la calle Osario. Tiene una entrada por la esquina del colegio de la Divina Pastora y otra, más o menos, enfrente de la antigua pastelería de la Purísima.

El azulejo, descubierto
El caso es que el encargo nos cogió por sorpresa y, en cuanto empezamos a buscar, descubrimos que no había referencias a esa calle por ninguna parte en las fuentes tradicionales. Al día siguiente, un compañero (¿se puede mencionar, aunque sea el nick?) subió la foto con la respuesta: el azulejo escondía el nombre de la calle de Heredia. Para descubrirlo, había montado una acción de comando dominguero en la que una niña, subida a una valla, había rascado el azulejo hasta dejar visible el antiguo nombre.

No duró demasiado la alegría porque, no sabemos si fue el Ayuntamiento o los propietarios de la manzana, el azulejo quedó de nuevo cubierto por varias capas de pintura concienzudamente aplicadas sobre el nombre antiguo de la vía. Aunque a decir verdad, lo que no está tan claro es en qué momento histórico (breve, desde luego) llegó a existir la calle de Heredia.

Si nos vamos al plano de 1851, se ve claramente cómo esa calle no estaba aún ahí. En realidad, el palacio de Torres Cabrera se extendía sin interrupción hasta la plaza de las Doblas, y lo único que había era una calleja de la calle Osario, llamada de Heredia en honor a Pedro de Heredia, nombrado marqués de Prado Castellano a finales del siglo XVIII. No debió ser hasta el segundo cuarto del siglo XX cuando se segregó el palacio de los condes de Torres Cabrera del llamado palacio de los marqueses de Valdeflores, que es el edificio rehabilitado por Rafael Gómez en la plaza de las Doblas y que alberga algunas de las joyas kitsch de la época del pelotazo ladrillístico.

Parte de la historia se cuenta en la Cordobapedia, donde se explica que la venta a la familia de los marqueses de Valdeflores se produjo en 1914, y a los propios marqueses en 1942. Las fechas concuerdan con el abandono del otro palacio de Valdeflores, el que veíamos el otro día ocupar gran parte del solar de Simago. En alguno de esos momentos, se abrió el tramo moderno de la nueva calle, más ancho que la antigua calleja, prologándose hasta salir a la esquina donde está el azulejo de marras. Julio Albornoz, teniente cordobés muerto en el desastre de Annual (1921), acabaría por dar nombre a la calle.

Y ahora, sabiendo que San Google ha archivado esta información por si alguien se vuelve a preguntar qué había escrito en aquel azulejo, podemos pasar a otra cosa y dejar que los cordobeses olviden este topónimo que probablemente nunca más verá la luz.