Desde luego, al decir que Córdoba estaba en todas partes, en referencia a las entradas sobre Calatañazor y el Santuario de Sonsoles, en Ávila, no podía imaginar hasta qué punto era cierta la frase. A unos 8.500 km de Andalucía, entre lenguas de glaciares que caen al océano Pacífico y antiguas pesquerías, se levanta, en el estado nortamericano de Alaska, la última Córdoba.
El 3 de junio de 1790, en el marco de una campaña para asegurar la soberanía sobre la costa occidental de Norteamérica, el explorador Salvador Fidalgo le dio a un enclave de la bahía de la Orca, en Alaska, el nombre de Puerto Córdova. Este lugar (60º 32' N, 145º 45' W), junto a la cercana punta Gravina y a la localidad de Valdez, son los topónimos españoles situados más al norte en todo el mundo, que además fueron la pieza que completó el puzzle de la máxima extensión del ya debilitado imperio. Su latitud coincide con la del extremo sur de la isla de Groenlandia.
Paradójicamente, el nombre es un homenaje al sevillano don Luis de Córdova y Córdova, Capitán General de la Real Armada bajo Carlos III, que tuvo bajo su mando uno de los mejores barcos de guerra que han existido, el Santísima Trinidad. De todos modos, parece que algunos miembros de la expedición como Jacinto Caamaño, Manuel Quimper o el propio Fidalgo tenían un apego especial por Córdoba, lo que pudo ser otro factor importante a la hora de crear el topónimo, que luego se extendería al arroyo Cordova, al glaciar y al pico del mismo nombre.
España renunció a finales del siglo XVIII, por las convenciones de Nutka, a un prometedor programa explorador y colonizador que le habría dado el control de toda la costa americana del Pacífico, desde Alaska hasta California, donde comenzaba su dominio ininterrumpido hasta Chile.
--- Hay mucha información sobre esta zona y sobre los intentos de afirmar la soberanía en Alaska y Columbia Británica en esta página.